viernes, 30 de diciembre de 2016

Tagliaferri

 Se llama Alessandro, Alessandro Tagliaferri y no tengo ni la más mínima idea quién es, pero si sé que  falleció ayer, el periodico lo anuncia.   Lo más probable es que tenga ascendencia italiana.  Me gusta como suena  todo su nombre, que parece una guerra entre vocales y consonantes.

Su aviso funebre está en italiano.  La similitud de ese lenguaje con el español, permite que entienda parte de  lo que dice. Tagliaferri fue alumno y profesor del colegio Italiano. Me lo imagino en una casa de campo sentado en un sillón muy comodo, canoso, con anteojos y fumando pipa, mientras lee un libro.  A su derecha justo al alcance de su mano, reposa una copita de Jerez seco sobre una mesita de madera finamente tallada, que bien podría hacer parte de una de las salas del Louvre.

Tampoco sé en que circunstancias murió, espero que no haya sido de manera trágica, es decir durmiendo, pues ese es el imaginario colectivo, que si la muerte nos agarra en los sueños no es tan terrible.

Supongo que Tagliaferri habrá hecho miles de cosas durante su vida, unas buenas y otras no tanto, pero es seguro que su partida hacia el desconocido destino de la muerte, y más en estas fechas en que la nostalgia pega tan fuerte, tiene devastado a sus familiares y amigos más cercanos.

No puedo llorar a Tagliaferri porque, como ya dije, no lo conocí, igual que no puedo llorar a Carrie Fisher por más princesa Leia que haya sido.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Cosa Nº 1000

Hoy escribo la cosa (post) número 1000 de este blog.  Es como si hubiera escrito todo los días durante 2.73 años.  Para que no tenga que hacer ningún tipo de cálculo mental, estimado lector, el 0,73 corresponde a 266 días, en otras palabras es como si hubiera escrito 996 días seguidos.  No sé a donde fueron a parar esos 4 días que hacen falta; quizás en alguno de esos días perdidos se encuentra la idea de una novela que me va a llevar al estrellato, quien sabe, igual no los pienso buscar.

Comencé este blog en Agosto 13 de 2012 con este post.  En ese entonces la meta que me tracé, era escribir todos los días de la semana sobre cualquier cosa, con el fin de convertir la escritura en un hábito  y no esperar a "estar de humor"  para sentarme a teclear.  A los pocos días de haber comenzado, me di cuenta que en los fines de semana quería escribir otras cosas o simplemente  no escribir, así que modifiqué la premisa inicial y decidí escribir en este espacio de Lunes a Viernes.

A veces me salen textos buenos o más bien, que me gustan mucho y en otras ocasiones algunos textos realmente flojos, pero igual los publico sólo por no romper con mis hábitos de escritura y publicación.

La entrada que ha tenido más visitas ha sido esta y la verdad no sé por qué, quien sabe qué carajos buscan buscamos las personas en internet que los nos redirecciona a ese post.  Me gustaría que el post con más visitas fuera más bien este, que fluyo sin mucho esfuerzo, como si alguien me lo estuviera dictando.


Millás, el Maestro entre maestros y una de mis mayores fuentes de inspiración dice: "Lo de ser escritor es un efecto colateral de querer escribir", por eso es que me considero escritor; no porque haya publicado o quiera publicar libros, sino porque me gusta hacerlo.  No sé hasta cuando me alcance la gasolina para seguir escribiendo "cosas" en este blog, pero lo haré mientras pueda.


Quiero darle agradecimientos especiales a mis 5, bueno 4 porque uno de ellos so yo, seguidores Lu, Linab87, Alejandro y Tatrix que, imagino, me leen eventualmente.

Hoy celebraré mi "Cosa Nº 1000" tomándome un capuchino y leyendo algo.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Objetos y señales

La palabra objeto es prima hermana de "cosa", pues  todo, hasta uno mismo puede ser un objeto al igual que una cosa, pero parece más precisa, quizá porque preferimos cargar nuestras frases más con la segunda que la primera. 

Ayer, mi hermana descubrió un alambre que estaba en el piso de mi cuarto y  me lo mostró en la noche.  Quería saber cuando lo había hecho, " ¿cómo así?" le pregunte;  me lo mostró.  El alambre por alguna razón, bien sea una de esas "señales  divinas"  con las que tanto nos gusta fantasear o sólo porque sí, razón que nos cuesta entender, adoptó la forma de una persona sentada que está escribiendo.


Bien podría ser la silueta de alguien comiendo, pero eso es lo terrorífico y a la vez mágico de las "señales", que les atribuimos el significado más romántico que tengamos a la mano.  

Imagino entonces que esa señal en forma de pedazo de alambre desprendido de quien sabe qué, pretende indicarme que no deje de escribir el año que viene. La señal era innecesaria, pero igual le agradezco su aparición.  

El objeto ahora cuelga del laúd de una figura que tengo de Sarasvati, la diosa hindú de la voz y el conocimiento, protectora del arte y a quien se le acredita la invención de la escritura. Imagino que ambos objetos van a entablar una buena amistad.

martes, 27 de diciembre de 2016

Encapotado

El capítulo de un libro, una autobiografia,  se titula "Alicia cae". En él, la autora habla sobre un episodio de su vida y lo relaciona con la caída de Alicia en el agujero del conejo.  El texto está cargado de alegorías bellísimas, pero me cuesta concentrarme.  Le estoy dando vueltas a un tema en mí cabeza, que le hace zancadilla a mi comprensión de lectura. Mi cerebro está encapotado por ideas, algunas inofensivas y otras tan oscuras como las nubes que cubren el cielo.

Cuando caigo en cuenta de eso, me hablo: "Vamos a calmarnos".  Si hay algo que considero una blasfemia en esta vida, es no disfrutar de algún tiempo de lectura".  Después de ese breve monologo mental, retomo la lectura y esta fluye de la manera adecuada o, más bien, experimento presencia, aquel estado en el que nuestro entorno desaparece y hacemos parte del relato, algo similar al término "Estar en la zona", utilizado en psicología; ese estado mental operativo  en el que la persona esta completamente inmersa en la ejecución de una actividad. 

Encapotado es una palabra que, como muchas otras, me llama la atención.  Me gusta como suena y la manera en que, poco a poco, nuestro sistema del habla la va desenvolviendo.  Quizás es un efecto que producen las palabras con varias sílabas, o tal vez sea solo un gusto personal y la palabra me llama la atención por algún motivo difícil de precisar.

Nuestra mente suele estar encapotada con problemas, angustias, dilemas, etc.  A veces lo mejor es observarla callados, y dejar que el aguacero se suelte, pues  ¿qué más da?, dejar que llueva hasta que escampe o dejarse mojar.  A veces resistirse hace más daño.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Editar hasta la eternidad

Hace unos días planeé escribir dos textos. Pensé que uno lo iba a hacer por la tarde, pero al final me ocupé y a las 10 de la noche no había escrito nada.

A esa hora y con algo de pereza, decidí arrancar con el otro texto, un artículo para el que había llenado dos hojas con anotaciones y del que ya tenía una página redactada.

Leí lo que había escrito y la introducción,muy floja,  invitaba a abandonar el texto después del primer párrafo. En ese momento supuse que mi plan era muy sencillo: editar lo que había escrito y terminar de escribir el texto con las notas que aun no había chuleado. 

Al final terminé borrando los primeros párrafos, duré un poco más de una hora escribiendo la introducción y  corrigiendo el resto del escrito, que está lejos de ser la versión final.  

Pero, ¿y cómo saber cuál es la versión final de un escrito? Es algo muy difícil, porque probablemente no existe.  Uno se puede quedar editando un texto toda una eternidad y siempre va a parecer que una palabra se puede remplazar por otra más precisa o que un signo de puntuación no va ahí, sino en otro lugar o más bien que simplemente no va.

En cierto momento uno tiene que dejar el texto quieto.  Confiar que los dioses de la lingüística lo acompañaron y teclear el punto final sin remordimiento alguno.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Maniquí sin rostro

Estoy en un almacén. Las personas se mueven freneticamente, parecen hormigas a punto de ser exterminadas, que buscan la salvación.  Todos cargan muchas bolsas y van de un lado otro de afán, como si se les estuviera haciendo tarde para algo,  ¿vivir tal vez? no lo sé.  menos mal que no tengo la respuesta para todo, pues eso debe ser una forma de locura.

 Hace un rato pasé por una caja, y un señor le respondía a la cajera: "12 cuotas";   ¿Qué difirió a tantos meses? ni idea.  En ese momento quede sin habla, al pensar como ese mundillo de intereses, cuotas y deudas nos envuelve de manera silenciosa.

Olvido el incidente del hombre luego de unos pasos y me concentro en mi tarea, buscar una camiseta para mi hermano.  Intento caminar rápido mientras esquivo personas y estantes repletos de ropa.  En mis cortos trayectos de un lado a otro, me fijo en los maniquíes, esos seres que apaciblemente vigilan nuestras compras , Digo seres porque, en cierta medida, son similares a nosotros, los humanos. 

 ¿Qué podrían decir los maniquíes acerca de nosotros, si alguien, qué se yo un dios, mago o algo así, les diera la oportunidad de hablar?.  Tal ves todos poseen cualidades increíbles que les permiten mirar por debajo de las personas, es decir, que solo con presenciar nuestros métodos y actitudes de compra, logran entender como somos y cuáles son nuestros más profundos y oscuros deseos.

Estoy seguro que en algún momento, alguien que tuvo un encontronazo mágico con un maniquí que podía hablar,  y este  confrontó a  esa persona a sus miedos, angustias y aberraciones, guardadas en los abismos de su mente.  

Esa persona decidió poner una queja a las empresas que producen maniquíes, exigiéndoles que los crearan básicos, sencillos, que preferimos morir engañados a que alguien nos diga un par de verdades en la cara.  El resultado es algo trágico, una monstruosidad: el maniquí sin rostro.   

Pero pues eso no es nada; el otro día, mientras caminaba por la 53, vi a otro maniquí masacrado.  Lo habían cortado por la mitad, únicamente con el fin de exhibir un pantalón de mujer. Queda la duda  también hacía parte del grupo de maniquíes sin habla.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

¿Uno debe o debería?

El idioma a veces resulta peligroso, de un momento a otro una palabra, un término una frase y su significado nos hacen dudar y enredan nuestra existencia; así ocurre con el verbo deber.

Deber hacer algo es una salida sencilla, es como escoger entre blanco y negro y olvidar, a propósito, los millones de colores que nos ofrece la paleta de la vida. 

Su conjugación “debería”, esa acción hipotética para el presente o el futuro, en cambio, permite cuestionar el estado de los eventos y le apuesta a que el curso de nuestras vidas no sea lineal.

Alguien que tiene muy claro este tema es Elle Luna. En su familia era una tradición estudiar derecho, así que, sin pensarlo, decidió ser abogada. Aplicó a nueve escuelas, pero ninguna la aceptó. Luego se presentó al instituto de arte de Chicago y logró ingresar para estudiar cine. 

Quizás ese fue el punto de quiebre en su vida, el momento en que se dio cuenta del gris camino del “debe” y del dinámico, lleno de atajos, baches y callejones, camino del “debería”. Tomó uno de esos atajos y cambió sus estudios a Storytelling conceptual.

Al graduarse, consiguió trabajo en la prestigiosa empresa de diseño IDEO. Luego de cinco años, el boom de las empresas Startups, la llevó a trabajar para Mailbox, Uber, y por último en la plataforma en línea Medium.

En medio de su frenética carrera, Luna también se dedicaba a pintar, actividad que se convirtió en algo mucho más importante que un simple pasatiempo. Se sentía dividida, repartida entre el mundo de las startups y su gran pasión por la pintura, al final se decidió por la última.

En su Charla de CreativeMornings narra esa transición:

“Todo comenzó con un sueño que se repetía, en el que yo entraba a un cuarto 
con paredes en concreto blancas, relucientes y un colchón en el piso. En el sueño 
me sentaba en el suelo de ese cuarto y me llenaba de paz interior. Un día una
 amiga me pregunto ¿ por qué no buscas el cuarto de tus sueños en la vida real?”

Hasta que lo encontró, con cada uno de los detalles de su sueño. Lo alquiló y la primera noche en él, se sentó para experimentar el estado de paz de su sueño, pero nada ocurrió. 

Comenzó a entrar en pánico, hasta que preguntó en voz alta: “¿Por qué estoy acá? Y el cuarto le respondió “Es hora de pintar”

Ojalá todos pudiéramos tener tan claro nuestro papel en la vida, pero nunca es tarde para hacerle caso a esas inexplicables corazonadas y preguntarnos qué es lo que realmente deberíamos hacer con ella.

martes, 20 de diciembre de 2016

El poeta

Es tarde.  Sé que debo dormir, pero no puedo evitar la costumbre de prender el televisor y saltar por varios canales antes de cerrar los ojos.

Caigo en un programa de en el que entrevistan a un poeta. "Voy a apagar el televisor" pienso, mientras el escritor responde una pregunta.  El hombre responde con mucha sabiduría, ¡Claro! es poeta.  Decido escuchar la entrevista.

Responde las preguntas, tranquilo, de forma simple más no sencilla.  Cada una de sus respuestas están cargadas de significado; mientras me deleito con sus palabras agarro el celular y la luz de la pantalla me encandila, una breve cachetada a mis sentidos, para anotar lo que dice; que bueno sería sentarse a tomar un café con ese hombre y preguntarle sobre cualquier cosa, seguro que tiene una respuesta o el consejo preciso.

El poeta dice que nunca tuvo duda alguna de que lo suyo era la literatura y que se iba a dedicar a eso pasara lo que pasara.  En sus propias palabras, se dio cuenta que "El contar que es lo propio de la narrativa y el cantar que es lo propio de la poesía se podían mezclar, como en el poema en prosa que mezcla canto y cuento."

En un momento hablo sobre la identidad y que significa ser, y dijo algo como que uno es varias personas a la vez, pero que nunca el mismo, que por ejemplo a él  a veces le dan unas ganas infinitas de solo escuchar música, en especial Blues, "ese blues del delta de misisipi". concluyó.   

La respuesta con la que cerró la entrevista me pareció demasiado bella:

"He escrito un libro que son varios libros, no sé si serán extraordinarios o no pero los he hecho con toda la pasión del mundo y eso ya me basta.  He sembrado muchos árboles y en contravía de esa multitud de libros y de árboles solamente he tenido una hija, pero es como tener un bosque".

El poeta se llama Juan Manuel Roca.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Sin juegos

Pido un taxi el Domingo a las 6 de la tarde y no demora en llegar.  El taxista se llama Alexander y es muy joven.  Arranca la carrera y en la radio suena el partido de la final de fútbol colombiana.

"Mi papa debe estar pegado al televisor" me dice.  Decido en un par de segundos si continuar o no la conversación. No me gusta hablar mucho en los taxis porque me gusta pensar en cualquier cosa mientras miro por la ventana.  Noto que Alexander tiene ganas de hablar y le contesto. "¿Es hincha del Santa Fe?, "No del Tolima" responde con ánimo. " ¿Y usted?" le pregunto. "No, a mi no me llama la atención."

Nos quedamos callados, se nota que hablar de fútbol no es un lugar común comodo para ninguno de los dos. Después de avanzar un par de cuadras por la 68, de repente, como si estuviéramos en plena conversación me dice: "El otro día fui a comprarme el Xbox 360, pero imagínese que solo le sirven los juegos originales.  Ahí lo tengo de adorno.  Me va a tocar trabajar fuerte para comprarme algún juego" 

Le cuento que en San Andresito le ponen un chip para que acepte juegos piratas, pero me responde que ya averiguó y que al que compró no le pueden hacer eso.  Me cuenta, con algo de nostalgia en su voz, que antes era muy aficionado a los video juegos, pero que a los 15 año se convirtió en papá.  "Ahi se me acabo todo eso" concluye.

Cambio de tema y le pregunto hasta que horas piensa trabajar.  "por ahi hasta las 11, le estoy dando desde las 4  de la mañana" luego me cuenta sobre un trancón monumental que hubo en el sector de outlets de las américas. "Mi meta son $300.000, a ver si mañana puedo ir a comprarle algo de ropa a los niños."

Apenas llegamos a mí casa, le digo que si me espera le puedo bajar un juego de Xbox que ya no utilizo.  Entro de afán y evalúo cual le puedo dar, finalmente me decido por el FIFA 2011, no encuentro la caja del disco. 

Ya en la calle le digo: "Ni modo, le toco aficionarse al fútbol", sonríe me da la mano y las gracias.

Ni modo saber si la historia del xbox y de sus hijos es o no verdad pero, en la medida de lo posible, me gusta creer en las personas.  Si no confiamos en nadie nos llevo el putas.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Compras navideñas

Daniela lleva un sastre negro y se encuentra sentada en una plazoleta de comidas de un centro comercial. Tiene sujetada su larga cabellera, del mismo color de su ropa, por una pinza blanca; el contraste de esta con el color de su pelo llama fácilmente la atención. 

Son las 3:25 p.m y  cucharea con desgano, de una coca de plástico transparente, su almuerzo: Arroz, unas tajadas de plátano y una masa uniforme café que al parecer son fríjoles; una bandeja paisa más bien triste. 

 Trabaja como vendedora en la temporada navideña  y está disfrutando de un corto descanso, que también es su "hora" de almuerzo. Pasa de su mano derecha a la izquierda la cuchara, y con la primera saca el celular de su chaqueta. Comienza a teclear con el mismo desgano con el que se lleva la comida a la boca, tal vez mira el whatsapp o alguna de sus redes sociales, donde sus amigos publican fotos de sus vacaciones y lo felices que son en esta época, mientras ella se encuentra atorada en un templo de culto al consumo. 

Mientras realiza ambas actividades casi en cámara lenta, observa a las personas que pasean alegremente por el centro comercial que, en medio de sonrisas y actitud decidida, entran a los diferentes almacenes, pues es navidad y debemos consumir, sin importar, incluso, si es con dinero que no tenemos. 

De repente, la mujer agarra una bolsa de masmelos, su postre, saca uno y se lo come en dos mordiscos. Después le da un sorbo largo a una botella de agua y nuevamente se pone a contemplar el panorama con su frenético movimiento de personas. 

Pasados unos segundos, tapa su coca, la mete en una bolsa plástica y en tres movimientos sutiles le hace un nudo. Se pone de pie y de manera resignada emprende camino hacia su sitio de trabajo. Sabe que llegó el momento de hacerle frente al resto de su jornada laboral y al tedio navideño que la acompaña. 

Mientras se  aleja, una mujer con una maleta negra, a punto de reventar, toma su lugar; saca varios billetes de su billetera y comienza a contarlos como si a través de ese acto se pudiera descifrar el verdadero sentido de nuestra existencia.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Lágrimas secas

Estabas soñando. Ya no recuerdas qué, pero era un sueño plácido, uno de esos que no quieres que se acabe nunca. Un estruendo te despierta. Abres los ojos e inmediatamente los cierras. Todo es caos, confusión: ruido de vidrios que se rompen, madera que se quiebra y astillas que vuelan por todos lados y polvo, mucho polvo; estás cubierto de él. Tú cabeza está muy caliente. De repente la cacofonía de destrucción cesa. Te quedas quieto ¿cinco, diez, quince minutos, 1 hora? no lo sabes. A lo lejos oyes sirenas, cada vez están más cerca. Pasa más tiempo. Luego oyes voces, hablan, más bien gritan, agitadas. Alguien remueve los escombros que te cubren y te alza en sus brazos. Pasas a los de otro hombre. 

No sabes quiénes son, mamá siempre te ha dicho que no confíes en extraños, pero algo, quizás tu instinto, te dice que, en esta ocasión, lo puedes hacer. Te prendes como una garrapata a tu salvador. Te suben a una ambulancia. El hombre te sienta y se retira. 

Mueves la cabeza para todos los lados. Te quedas solo. No entiendes nada, pero ¿cómo si tan solo tienes 5 años? La cabeza sigue caliente. Pasas el dorso de la mano por tus ojos y luego la palma por la mejilla. La miras y está bañada en sangre. La frotas en la silla para tratar de limpiarla. Ningún sonido o palabra sale de tu boca. No lloras. Es como si la confusión te hubiera secado las lágrimas. 

Tal vez esa fue la situación que vivió Omran Daqneesh, el niño que fue rescatado de un bombardeo en la ciudad de Alepo, Siria. Sobra recalcar la barbarie a la que, como raza, hemos llegado y que después de tantos conflictos armados continuemos con lo mismo, sin darnos cuenta que la guerra y violencia solo engendra más de lo mismo.

Dejando de lado eso, lo que más impresiona es que Omran no derrame ni una sola lágrima. El shock y miedo lo tienen tan desconectado que debe creer que su sueño se transformó en una pesadilla, o de pronto ya está acostumbrado, es el pan de cada día y en el fondo sabe que ha perdido para siempre el placer de ser niño.

“Estos niños no son niños, son cuarentones desde que nacen. Y me pregunto yo:
 ¿qué tan dura tiene que ser la vida para que a esta edad sean tan independientes y tan estoicos? ¿Cuántos dolores tiene que aguantar un niño para volverse de palo?”
Los infantes cuarentones, 300 días en Afganistán –

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Caer muerto

Una vez en un lugar donde trabajé, un practicante llegó a contarnos que había ido a una tienda a comprar "el algo" de la mañana y presencio como a un señor le daba un ataque cardíaco y moría ahí, justo a su lado.

La vida y sus cachetadas irracionales, de repente usted, estimado lector, está comprando una menta, un liberal o un pan y hasta ahí llegó.

Aspiramos a tener riquezas posesiones, estatus, bien sean reales o imaginarios,  en donde caer cuando nos llegue la muerte, como si estos pudieran amortiguar nuestra última caída.  Quizá solo intentamos relacionar a la muerte con algo, y mirar si así la podemos entender, porque nos ha, sigue y seguirá rayando la cabeza.

Nuestro acto final, ese desenlace de nuestra historia,  importa poco, porque el final siempre es el mismo, así caigamos en una tienda de barrio o en un palacio. 

La vida no es más que un  arrume de grandes y pequeñas historias, así que  lo que realmente nos debería preocupar  al momento de la caída, son las dos secciones anteriores, el inicio y nudo,  de la historia que estemos contando, cuando la muerte nos sorprenda en forma de:  cigarrillo, chicle, aromática, achiras, perico, empanada, jugo, panela, rollo de papel, bolsa de leche, pastel, tinto, papas, buñuelo, huevos, baloto, aceite, gaseosa, libra de: arroz, chocolate, sal, entre otros. 



martes, 13 de diciembre de 2016

Administrar la rabia

A Mario le interesan todos los temas relacionados con crecimiento personal. Hace un tiempo se certificó como Master Coach. 

Consiguió un trabajo que le apasionaba mucho en el que le tocaba dictar talleres a personas en búsqueda de empleo. Antes de que lo contrataran le advirtió a la empresa: “Tengo un seminario fuera del país, en las primeras semanas de septiembre, que pague por adelantado”. “Tranquilo, no hay problema”, fue la respuesta que le dieron.

Un mes antes del viaje le volvió a escribir a su jefe, para recordarle sobre el viaje. “Bueno, ahí miramos” le dijo.

La respuesta no fue convincente y faltando 8 días para el viaje Mario le envió nuevamente un E-mail para avisar sobre su viaje. Esta vez su jefe le dijo: “Ahh si bueno, ¿cómo hacemos? ¿Repones el tiempo los fines de semana?” la medio bobadita de 14 sábados. “Más bien hagamos algo” propuso Mario “que sea una licencia no remunerada o, mejor, como yo termino el contrato para mi fecha de regreso, ahí cortamos y volvemos a retomar”. “Ok Mario, mejor la segunda opción”.

Al volver al país, se dio cuenta que no le habían renovado el contrato. Le dijeron que tenía que esperar un mes. Al final se quedó sin ese empleo.

Hace unos días hable con él y me comentó que, mientras diseñaba un taller de manejo de conflicto, cayó en cuenta que había reprimido la rabia al enterarse que no lo habían contratado de nuevo.

“¿Entonces sentir rabia tiene sus ventajas?” le pregunte.

“Muchas” respondió “Le ayuda a poner límites, a no dejársela montar. Si uno la inhibe se termina culpando a sí mismo y termina por deprimirse.” 

Parece que vivir, cada día se complica más: Sobrecarga de información, demasiada tecnología, relaciones, demasiados libros y textos que nos regalan paso a paso para alcanzar el éxito y la necesidad de encajar en un estilo de vida espiritual, son aspectos que nos enredan.

Es probable que todo el porno motivacional que consumimos día a día esté sobrevalorado. También necesitamos de la rabia, envidia y demás sentimientos oscuros para no enloquecer. Esas emociones negativas también son una gran fuente de creatividad. 

“La energía para vivir viene del lado oscuro; proviene de todo
 lo que nos hace sufrir. A medida que luchamos contra esas potencias negativas, 
nos forzamos a vivir más profunda y plácidamente.”
- Robert MacKee -


lunes, 12 de diciembre de 2016

Jonathan

Domingo.   Salgo a comprar almuerzo-comida a eso de las 4 de la tarde. Pienso caminar un par de cuadras, pero un local más cerca de mí casa está abierto y la modorra del Domingo me vence.

En la entrada hay un hombre con un gorro y una sudadera que más bien parece una piyama. Le pido permiso para entrar y responde “Ohh si paurdon”. “Gringo” pienso. 

Hago el pedido y me siento a teclear mi teléfono frenéticamente, a revisar lo que ya he revisado tan solo hace un instante.

El hombre de la entrada se sienta en la mesa de enfrente y bebe una ginger con rodajas de limón y hielo, parece enguayabado. Me habla y evalúo si ignorarlo o responderle, ¿finalmente le suelto un “what?” con desgano.

Me pregunta si hablo inglés, le digo que sí, y comienza a hablar, quiere saber  el precio de hoteles en chapinero. Le respondo que no tengo idea y le pregunto que donde se está quedando. “Las Ferioas” me responde. 

Me cuenta que quiere cambiar de sector, que no es un lugar agradable de noche, pero que ya tiene la última noche cancelada y no quiere perderla. Estuvo de paseo por Barichara, Chiquinquira y otro par de lugares que intenta pronunciar sin éxito alguno. Su última parada antes de Bogotá fue Medellin; allá fue al concierto de Guns and Roses, "No paré de brincar las dos horas que duró" dice.

Comenzamos a hablar sobre Rock. Me cuenta que cerca al sector donde vive en Miami viven Brian Johnson, cantante de AC/DC, Joe Perry, guitarrista de Arosmith y también el vocalista Steven Tyler. De este último no se acuerda el nombre, hasta que se lo mencionó y responde con una sonrisa “Oh yeah”. Afirma que también vio a Jethro Tull y Scorpions hace un par de años, pero cuando le mencionó a un par de integrantes no tiene idea quienes son.

Me recomienda que busque un video de una presentación en vivo de Billy Idol con Slash. “Es impresionante ver como se entendían en el escenario” dice. En ese momento la mesera le trae una taza con arroz que complementa una sopa con fideos que está tomando”. La mira morbosamente y le dice “Gracias mi amour” y, con la boca medio llena, mientras cucharea con ganas, sonríe y concluye “man. I’m a foodie ”. También me pregunta que si he visto a Anthony Bourdain; afirma que su gusto por la comida es similar al del él y que también le gusta cocinar, pero que no es un chef no nada por el estilo.

Entre cucharada y menciones de grupos de rock y sus integrantes, aprovecha para preguntarme el nombre. “Juan” le digo a secas y responde “Mucho gusto Juan soy Jonathan”. Luego le pregunto que qué hace. Me dice que es pensionado y que todos los años aprovecha para venir a Colombia por 4 meses y que está evaluando la posibilidad de venirse a vivir del todo al país.

Me pregunta que a qué me dedico y le respondo sin muchos detalles. Luego le pregunto qué estudió y me dice que nada, que toda su formación ha sido empírica, “¿en qué? “paleontología y excavaciones.” Responde.

La mesera me pasa la bolsa con mi pedido para llevar. Me despido y le deseo un buen resto de estadía en la ciudad.

Camino a mi casa pienso si todo lo que me contó es verdad o no, y si no le estreche la mano a un asesino en serie.

viernes, 9 de diciembre de 2016

El tiempo de las palabras.

Estás palabras que usted lee en estos momento, estimado lector, se supone que fueron escritas ayer al filo de la madrugada, pero no, las escribo hoy a las 00:14 porque grabé este post ayer a eso de las 11:53 p.m con  el título "ahorita", para escribirlo luego, es decir hoy, y que parezca que lo hice ayer.  En ese sentido, podía decirse que estas palabras  son mentira, pues van a quedar con un tiempo que no les corresponde.

De ahora en adelante le pondré más atención a eso de  que a las palabras les corresponda determinado tiempo; por eso, tal vez, a veces nadie nos entiende, pues las regalamos  escritas o en conversaciones cuando no les ha llegado su momento.

Quizá cuando aprendamos cual es el tiempo necesario y justo, tanto en extensión como en momento y hora exacta, de regalar palabras, varios problemas del mundo van a desaparecer como por arte de magia.  No digo todos, pues resulta un despropósito vivir sin ellos, pero si bastantes por los que vivimos agarrados e indignados unos con otros y que no dejan de ser pendejadas.

Ahora son las 00:47.  Los 33 minutos que se supone me demore en juntar estas palabras, no fueron dedicados exclusivamente a ellas; e ahí otro problema con las palabras que muy pocas veces les dedicamos el tiempo que se merecen.

Espero que en el momento en que pinche el botón "Actualizar" estas palabras coincidan con la vida, el momento y el tiempo de alguien.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Idea de las 2:00 a.m

Son las dos de la mañana.  Estoy a punto de acostarme y de repente se aparece en mi cabeza  una idea para un escrito.  La mastico por un rato,el sabor de sus jugos me dice que no es un cliché o lugar común, hasta convertirla en bolo idealistico.

No puedo dejarla en el esquivo mundo de las ideas, mucho menos cuando se apareció sin ser invocada.  Agarro mi libreta y trato de desarrollarla en 46 palabras que garabateo deprisa sin esforzarme en la puntuación del párrafo. Sonrío porque ya no se me va a escapar, tal vez más tarde la deseche o me parezca una completa basura, pero por el momento podría competir, de llegar a existir, por el premio nobel de ideas generadas entre las 2 y tres de la mañana.

En la tarde me enfrento a ese primer borrador que Hemingway siempre consideró una  mierda. Leo y releo lo que escribí.  Hemingway tenía razón, que arrume de palabras tan sonso.  La madrugada, estemos borrachos o no, tiende a embellecerlo todo.

No quiero ser derrotado por un puñado de palabras, y las escribo en un documento de word.  "Ahora si veamos cual es la pendejada"  pienso y a la vez les hablo a las palabras, me gusta desafiarlas. Nos comunicamos telepáticamente pero no me responden nada, se les siente la rabia previa a una manipulación indiscreta de quien les dio vida.

Copulan entre ellas y se reproducen  hasta 170 en un segundo borrador y 199 en el tercero.  ¿Cuál es el número de borradores óptimo? No sé, Hemingway solo habló acerca del primero.  Espero llegar al quinto para dejarlas descansar. 

miércoles, 7 de diciembre de 2016

La llave

Domingo, me acuesto en la madrugada pero Morfeo me evita y solo duermo un par de horas. Cierro los ojos e intento caer en un sueño, profundo, pando, el que sea. pasan varios minutos y mi mente comienza a maquinar miles de situaciones. No logro dormirme y estiro la mano para alcanzar el control del televisor. Lo prendo. 

Están dando una película, ni idea cual. En la escena en la que caigo salen un hombre y una mujer en un restaurante elegante. Interpretan a personajes que no deben tener más de 30 años. 

El hombre con cara de satisfacción saca un regalo: una caja envuelta con una cinta, la pone sobre la mesa y la desliza hacia su acompañante. Ella, su novia, lo mira sorprendido y le pregunta “¿qué es?”. “Ábrelo” le responde este. La mujer no tiene problema alguno para abrir la caja, la cinta resulto ser un mero ornamento decorativo y el nudo se deshace al levantar la tapa de la caja. 

Ahora la cámara enfoca el interior de la caja; tiene una llave. La mujer ríe de forma nerviosa y vuelve a preguntar “¿Qué es esto?”. Su acompañante, muy sabio, evita responder lo obvio: “Una llave, ¿Qué más puede ser?” y le dice con un tono de voz que evidencia un “maldita sea, algo no anda bien”, “Es la llave de mi apartamento, quiero que te vengas a vivir conmigo” 

Su novia lo mira con lástima. “Lo siento no puedo” le dice mientras busca las palabras para concluir su frase. “Lo que pasa es que me gusta otra persona”. El hombre no sabe que responder, pero bueno era una de los posibles resultados de su propuesta, que le dijeran que no, igual está muy desconcertado.

La mujer, no satisfecha, decide adornar más su puñalada verbal. "Pero mira, no quiero que terminemos" Lo dice tan fácil como si le estuviera pidiendo mas hielo al mesero. El hombre se queda callado. Luego, una imagen panorámica de una ciudad es la transición que le da paso a otra escena.

martes, 6 de diciembre de 2016

Más tristeza que alegría

 ¿Con cuantas personas se cruza uno en un día y qué pasa por sus cabezas?  Creo que nunca somos completamente sinceros y debajo de nuestras miles de capas de la comunicación, guardamos  tristezas,  derrotas, desaciertos importantes o no,  que nunca saldrán de los abismos de nuestra cabeza, cerebro e imaginación y que intentamos opacar con aciertos y alegrías.  

Me gusta pensar que ese con el que me encuentro en un bus, en la calle, en el supermercado en la fila de un banco está dichoso o  destrozado anímicamente, tal vez más lo segundo que lo primero.

No es que me regocije en las desgracias ajenas, pero me molesta esa consigna moderna de irradiar felicidad a todo momento, que nos obliga a andar  ocultando nuestra tristeza. La clave para conectarnos de manera más sincera con las personas, se encuentra en la vulnerabilidad y la tristeza, que permiten mostrarnos crudos sin tantas pendejadas y exigencias sociales.

Hace muchos años, un día que almorcé sólo en la librería Prólogo, hojeé una revista que tenía un artículo que me gustó mucho. Hace poco, por cosas de clics y procastinación di con una frase que anoté esa vez.

"La tristeza no es lo contrario a la felicidad, al contrario, es precisamente
 lo que nos humaniza, nos han explicado mal"


Bien nos habían advertido los Beatles: "Hapiness is a warm gun"

lunes, 5 de diciembre de 2016

El amor

El fin de semana pasado fui a un matrimonio y le puse algo de atención a las palabras del cura, que en un momento habló sobre el amor.  El fragmento de la biblia que escogió para la ceremonia era la carta de un apóstol a los Corintios, que siempre me recuerdan al corinthians, equipo brasilero; asociación, claro esta, simple.

Según el cura el texto es bellísimo, pues la primera sección de este explica qué es el amor y la última qué no lo es. Fueron palabras que captaron mi atención, pues creo que realmente nos falta mucho por saber en que consiste ese sentimiento,  así que eliminé las ideas que se me cruzaban por la cabeza, e intenté ponerle  a la lectura del texto.

No me pareció nada del otro mundo, posiblemente no lo entendí o interpreté de la manera que debía hacerlo, o como el cura quería que lo hiciéramos.  El punto es que, como muchos pasajes de la biblia, era una pequeña historia y lo realmente valioso de estas es que cada quien las entiende a su manera y se apropie de ello que considere importante. 

Cuando el cura terminó de leer el texto inició su análisis propio (sermón le llaman unos) y ahí si me dio mucha pereza ponerle atención.  

Me distraje mirando las montañas que eran el paisaje de fondo y  me quede sin saber qué es el amor.

viernes, 2 de diciembre de 2016

"Estoy que me bebo"

"Pues Uber Angel.  Uno llama un man para que le maneje marica.  No me vaya a dejar sola que estoy que me bebo" le dice una mujer a otra.  La primera tiene carro, y la respuesta que le da a su amiga, soluciona una objeción que esta le hizo sobre cómo iba a tomar si había llevado el carro. 

La segunda le regala una sonrisa a medias, quizá solo tenga ganas de llegar a su casa para tumbarse en la cama y dormir como si no hubiera un mañana.  Igual termina por afirmar con la cabeza, su corazón es muy grande para dejar a su amiga, la bebedora empedernida,  sola.

Me causa curiosidad saber por qué está que se bebe. ¿Está despechada?  ¿embrutecerse hasta alcanzar estados de inconsciencia es la norma, una vez llega el fin de semana? no importa, quiere beber y ya. 

El punto es que le achacamos al trago muchas facultades místicas y curativas del alma, como si el trago de verdad pudiera desinfectarnos de nostalgias, tristezas y cosas por el estilo, cuando, en ocasiones, nos hunde y hace naufragar en esos estados. 

 Igual,  lo seguimos adoptando como una solución.  Es una mentiras bien clavada en nuestro cerebro, y siempre existirá alguna manera para justificarla.

 Algo similar ocurre con el famoso "vaso de agua" que se supone, cura fuertes sustos, ¿a quién carajos se le ocurren esa vainas y cómo es que las aceptamos sin cuestionar?

jueves, 1 de diciembre de 2016

Conversación clara

Hay sábados, si no he trasnochado, en los que trato de levantarme algo temprano y me voy a leer a un café que queda cerca a mi casa, plan simple pero el cual me agrada mucho, porque en dichas sesiones de lectura logro concentrarme, siento que todo fluye y que no hay nada por lo que me tenga que preocupar. 

El sábado pasado cuando llegue a ese sitio, estaban desayunando en una mesa un grupo compuesto por 7 mujeres y un hombre que eran sordos, mudos o bien sordomudos. Ellos estaban enfrascados, me pareció de acuerdo a sus sonrisas, en una amena conversación, mientras se comunicaban por medio de su lenguaje de señas con las manos. 

Siempre me ha intrigado mucho esa forma de comunicación, pues me parece complicada, y admiro a las personas que la dominan y la hacen ver tan fácil. Al verlos gesticulando y moviendo sus manos, me pareció como si estuvieran llevando un ritmo y tiempo, lo que me llevó a pensar que por eso es que se encontraban tan contentos y su conversación fluía.

Tal vez por esa forma de llevar el ritmo de la conversación, los sordomudos logran una mejor empatía con sus interlocutores; a diferencia de los que nos comunicamos a través de la voz y las palabras, pues muchas veces no entendemos lo que nos quieren decir, no se nos da la gana entenderlo, y en varias ocasiones atropellamos las palabras del otro, buscando el conflicto y/o la des acreditación. 

Imagino que el lenguaje de señas tiene tiene un punto a favor, pues un conjunto de estas significa algo concreto y puntual, que no se puede tergiversar

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Visitar librerías

Me gusta visitar librerías, así únicamente vaya a hojear y antojarme de diferentes libros; actividad, dirán algunos, masoquista.

¿Por qué lo hago? de cierta forma me ayuda a tener presente mi mortalidad en índices de lectura; ser consciente que toda una vida, que no resulta ser más que un puñado de años, no basta para leer ni menos del 0,00001% de todo lo que quisiéramos.

Ayer fui a una y la escena es siempre la misma: Estanterías, una tras otra, atiborradas de libros. Siempre camino rápido entre ellas, quizá con algo de angustia. Así lo hice en esta última visita, hasta que la curiosidad me venció y frené en seco para mirar un libro de Italo Calvino. Desde hace mucho tiempo tengo Las Ciudades Invisibles en mi radar de lectura. En un acto reflejo leo un párrafo maravilloso en la contraportada del libro que acabo de tomar: 

“Era difícil hablar […], poseídos por un mar de palabras, enmudecíamos cuando estábamos juntos, caminábamos en silencio uno a lado del otro por el camino de San Giovanni. Para mi padre las palabras debían servir para confirmar las cosas, y como señal de posesión; para mí eran previsión de cosas apenas entrevistas, no poseídas, supuestas” 

A la derecha, “Fuera de la Literatura” de Joseph Conrad me saluda. Las manos me comienzan a picar e intentan sacar la billetera del bolsillo. Abandono el lugar, esperando que mi memoria no me falle en el momento en que quiera recordar los diferentes libros y autores con los que me crucé en esta visita.

Y es que los libros no leídos, toda esa cantidad de historias, información, personajes, enseñanzas que hacen parte del terreno de lo desconocido, que probablemente nunca tendremos la oportunidad de explorar, nos atrae misteriosamente.

Quizás es por eso que compramos libros así nunca los vayamos a leer, porque de forma inconsciente sabemos que en ellos se encuentra la solución a muchos de los temas que día y noche nos enredan la cabeza.

En algunas de esas visitas, sin importar cuantos libros tenga en cola de espera, cedo a la tentación y compro uno nuevo, uno que entra a hacer parte de eso que unos llaman la anti-biblioteca; lugar tanto físico como imaginario repleto de libros que no hemos leído y otros tantos que nunca vamos a leer.

martes, 29 de noviembre de 2016

Rayes raros

Ramos me dice que Jiménez, un amigo en común, le cae bien pero que es bien raro. "¿Raro?,  ¿en qué sentido?" le pregunto. Me cuenta que lo considera algo resentido y que no le agradan mucho sus posturas políticas, pero pues la vida consiste más en estar en  desacuerdo que de acuerdo con las personas; de lo contrario nuestra existencia sería completamente aburridora, pues no existirían los antagonistas, esos personajes esenciales para que las historias tengan y desarrollen un buen conflicto.

"Raro", según la RAE es un adjetivo para calificar  un comportamiento inhabitual, definición que me ubica nuevamente en ese mundo de fantasía donde todo marcha a la perfección y las actitudes de las personas no nos incomodan.  ¿Quién carajos define qué es habitual?

Al cumplir la mayoría de edad en ese mundo, a todos los habitantes se les entregaría un manual de comportamiento en el que está perfectamente detallado, con infinidad de artículos que comienzan con el título"Cómo hacer inserte aquí lo que sea", qué hacer las 24 horas del día. Sería un Manual de urbanidad de Carreño versión 2.0, con todas las actualizaciones necesarias para el estilo de vida caótico y repleto de incertidumbre que llevamos hoy en día. 

Yo también creo que Jiménez tiene uno que otro video raro en su cabeza pero,  ¿quién no?. 

 "En fin cada loco con su tema" le digo a Ramos.  "Si, total, es una buena persona, me cae bien" concluye".

"De acuerdo, igual todos tenemos nuestros rayes"
"Si, yo tengo mis rayes" responde sincero.

Los rayes, mientras no atenten contra otras personas y, de ser necesario, se queden en el mundo de las ideas, son necesarios, pues son los que al final nos quiebran y permiten que nuestra humanidad brille entre toda la basura que deseamos proyectar.

Bien lo dijo Hemingway: "Todos estamos rotos; esa es la manera en que la luz entra".

lunes, 28 de noviembre de 2016

Jack y el Dr. Ibrahim

Hoy, mientras revisaba mi correo electrónico, me dio por pensar que un mensaje importantísimo, que iba darle un giro completo a mi vida,  cayó en la carpeta de Spam.

Esa carpeta tenía 756 mensajes.  Ingresé a ella y paseé la mirada por la pantalla hasta que di con un mensaje de un tal Jack, quien, al parecer, está un poco desorientado.

Jack me cuenta que está buscando amor y afecto. Le gusta la aventura,  trabajar duro, es comprometido y amable.  Desde que su esposa murió  extraña a esa persona especial.  Espera que yo sea alguien que comparta su compromiso con la vida y le gustaría saber si quiero ser esa persona especial  que está buscando.  Desea que lo quiera por lo que es y no por lo que tiene, que no tengo la menor idea qué es.  Considera que el amor puro y verdadero es la base para una relación estable y duradera.  Espera oír pronto sobre mí y que le cuente más cosas.  No sé en que mundo vive Jack, pues nunca hemos hablado.

Su mensaje esta repleto de clichés y lugares comunes.  Me atrevo a pensar que tiene un desequilibrio mental y escribió el mensaje mientras el cuerpo de su esposa se congela en una nevera ubicada en el sótano de su casa.  Imagino que vive en Queens, Nueva Yotk, doy con el correo electrónico de un departamento de policía y les escribo, anónimamente por supuesto, que un tal Jack asesinó a su esposa.  

En fin, decido no ser esa persona especial que está buscando y ojeo otro par de E-mails hasta que llego  al del Dr. Ibrahim.  Hamza Ibrahim me cuenta que trabaja con uno de los bancos líderes en Burkina Faso y que tiene una propuesta de negocios para mi, que nos beneficiara mutuamente.  Al final de ese negocio "sorpresa" me dara el  40 % de las ganancias.  Quiere saber si estoy interesado y, de ser así, que le responda lo más pronto posible para ultimar detalles.

 Al final les escribo a ambos para presentarlos.  Espero que a Jack todavía no lo haya atrapado la policía, pues me parece que el arriesgado negocio del señor Ibrahim, es el método perfecto para que deje de pensar en su esposa muerta, el amor, y demás temas que ocupan su cabeza.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Bolis

Al personaje de una novela le dicen Pirata y le vende comida, porquerías dicen las monjas, a los niños de un colegio a través de la reja.  De inmediato recuerdo a Bolis.  Bolis fue el Pirata de mis años de primaria. Al igual que este nos vendía, de manera algo ilegal, boli.  Wikipedia define ese producto como: "Un tipo de helado elaborado a partir de jugos de frutas naturales o de una solución azucarada con colorantes y saborizantes artificiales"

La verdad de helado tenían mas bien nada.  Era un simple trozo de hielo de diferentes sabores.  Lo de frutas naturales tampoco me lo creo, y si estoy de acuerdo con lo de artificial. ¿Son malos para la salud los bolis? Tal ves sí y de seguro nada nutritivos, pero sabían a gloria después de jugar un partido de fútbol.

Bolis llegaba en su moto y en la parrilla tenía amarrada una nevera. Se acercaba a la reja que daba a la calle y con el mismo tono de voz de los que vocean: "Botella papel" decía: "boliboli boliboliboli" muy rápido.  Vendía boli como pan caliente, dicho que claramente no aplica  en este caso.  Me imagino que, en ese entonces, le iba muy bien con su negocio.  Nunca nadie supo mayor cosa de él, pero era un tipo bonachón, buena gente, que tenía un bigote a lo Vicente Fernández.

Una vez llegó a mis oídos la historia de que en un recreo alguien pateo un balón hacia la calle.  Unos tipos que iban pasando lo agarraron y arrancaron a correr.  El dueño del balón salió corriendo, Bolis lo subió en la moto y arrancaron a perseguir a los ladrones.

Imagino que cada colegio tiene su Pirata o Bolis. Me pregunto si el del mío todavía vive.  Fue un personaje importante, sobretodo para los que se la pasaban prendidos a esos tubitos de plástico y parecía que no se alimentaban con nada más.  Algún día tengo que probar nuevamente un boli. 

jueves, 24 de noviembre de 2016

Exageraciones

Como internet sabe qué nos llama la atención, me hace caer en una página de la universidad de Stanford.  Navego un rato por ella y doy con una Maestria que me interesa. Me cuento una historia y me visualizo en ese campus con una mochila (maleta, pero utilizo la otra palabra porque mi fantasia es la escena de una película).

Me dejo caminando el campus, voy tarde para una clase, mientras vuelvo a la realidad.  Decido averiguar cuanto cuesta estudiar allá.  El precio de un año que incluye: viaje, gastos personales, libros y materiales, servicio médico y cuarto con tablero (gracias por ese último  detalle) equivale a la medio pendejadita de $66,696 dólares.

No quiero fulminar a ese personaje que ya salió de clase y ahora charla, sentado en el pasto, con un grupo de amigos, y evaluó diferentes opciones:  ¿Soy hijo de un jeque? No,  ¿Soy Jeque? tampoco, ¿ahorros? no me alcanzan, ¿Préstamo? no lo voy a pedir.  No paso la cifra a pesos colombianos por pura pereza, pero es claro que es un cojonal de billete; una exageración, pero hoy en día, aceptamos una tras otra sin chistar.

En la tarde me encuentro con mi hermana y le digo que me preste plata para la Maestria.  No tiene, y si la tuviera no creo que me la prestaría.  Hablamos un rato y me cuenta sobre un documental de un tipo joven que llego a Estados Unidos, a vender botellas de vino,supuestamente muy fino,  chiviadas,  por  más de 100.000 dólares.  Necesito primero adquirir y luego vender dos de esas botellas  para hacer mi Maestría.  Ahora ubico a mi yo de película en las islas griegas.  Ya me gradué e hice un viaje con los 66.608 dólares, el saldo de mi exitosa venta de las botellas de vino.  Hago el viaje por dos motivos, por placer y para escapar del mafioso a quien le vendí las botellas.

Aparte de los jeques y sus familiares, imagino a Messi haciendo la maestria.  Ahora quieren comprarlo;  los interesados, deben primero pagarle  una cláusula al Barcelona por 250.000.000 millones de euros y luego mirar qué les va pedir el jugador.

Imagino que cada exageración debe tener su contrapeso, por eso es que mil millones de personas viven, que digo, sobreviven con menos de un dolar al día. 

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Café con dos cucharaditas de envidia

Dos mujeres llegan a un café.  Una de ellas, de pelo negro y largo, lleva una camiseta azul rey y un pantalón negro. La otra, de pelo claro con mechones oscuros distribuidos, al parecer, aleatoriamente con una brocha, lleva puesta una chaqueta de color beige.

Ninguna de las dos tiene más de 40 años.  La primera, de cejas pobladas, que le dan aspecto de estar malgeniada, le pregunta a su amiga: "Qué es un White Mocha?". "Una bebida hiper-calórica".  "Ahh entonces no voy a pedir eso", concluye la aparentemente malgeniada. 

Voltea a mirar a la cajera, y con una sonrisa algo forzada le dice: "A mí dame un Latte" y luego se enfrascan en un breve, casi mecánico, intercambio de palabras para definir el tamaño, tipo de leche y si lo quiere con algo por encima.

A la otra le importa un bledo el tema de las calorías y pide el White Mocha. Mientras espera el pedido y para darle un último respiro a  la conversación que llevaban que esta a unto de agonizar, dice en un tono indignado: "y Daniela nunca terminó con el novio,  ¿no?".

La del Latte, pelo negro o malgeniada, identifíquela como quiera estimado lector, responde instantáneamente: "No, y montó una empresa, o más bien se asocio con un man"

"¿Ah si?" responde la otra, al tiempo que abre los ojos, tal vez cuestionando sus dotes de emprendedora, mientras odia a Daniela, a su amiga, al Latte, a la cajera, al white, black, blue, pink mocha, y al mundo con su desmedido despilfarro de injusticia.  

Parece que las calorías de su bebida se le fueron directo al organo que procesa la envidia, que bien podría ser el hígado. 

martes, 22 de noviembre de 2016

Conversaciones pequeñas

Con Small talk los gringos se refieren a esas conversaciones sobre cosas que no son importantes entre personas que no se conocen bien.  Todos, a veces, somos buenísimos para ese tipo de charla cuando lo mejor sería quedarnos callados.  Hablamos sobre el clima, el tráfico, la noticia del momento y cualquier otro tema fofo que que le apunte a conversaciones ligeras.

Un fin de semana llegué a un café y me puse a leer.  Al rato llegó un grupo compuesto por 8 personas: 5 mujeres y tres hombres, dos de ellos abrieron sus computadores y le dijeron a la mesera: "vamos a almorzar, pero primero vamos a trabajar un rato". 

Una rubia del grupo que me recordó, por el color de su pelo, a Glorfindel the golden haired, uno de los elfos más poderosos de la Tierra Media,   sostenía en sus manos unas hojas que, al parecer, eran conclusiones y comenzó  a leer en vos alta su contenido.

Alcancé a escuchar que la discusión se centraba mucho en temas como la libertad y la responsabilidad.  En un momento la pariente de Glorfindel leyó fuerte y claro: "La religión y el esoterismo eliminan la responsabilidad".  Me imagino que hacían referencia a lo fácil que es para nosotros, achacarle los  eventos que no entendemos a nuestras creencias solo porque sí.

Me interesó su discusión pues todos participaban activamente y se notaba que tocaban los temas de manera profunda. Dejé de ponerle atención al grupo, pues me era difícil escuchar claramente que decían, y muchas de las cosas que dijeron me dio pereza  analizarlas.

Hay una frase del poema "La Invitación" de Oriah Mountain Dreamer que dice: "Quiero saber qué es lo que te sostiene a ti, desde adentro, cuando el resto de cosas se desmoronan".

 Eso, quizá, nos hace falta al momento de conversar, intentar escarbar un poco en nuestras palabras y en las del interlocutor, con el fin de averiguar sobre esos temas que nos apasionan y mueven en la vida.