Hace ya varios días, estaba sentado en mi puesto en la oficina y leí la noticia de un grupo radical que se tomó una planta de gas en Argelia. Los rebeldes asesinos estaban bajo las ordenes de Mojtar Belmojtar, un islamista con cara de pocos amigos, es decir, cara de "quiero volarle la cabeza a punta de plomo".
En ese instante pensé que uno siempre la tiene muy fácil, es decir, por más que uno juegue a ser el mártir, ese que nadie entiende o al que la vida lo trata mal, definitivamente alguien en algún lugar del mundo la está pasando peor.
No recuerdo exactamente que era lo que estaba haciendo en ese momento, pero me imagine que mientras yo realizaba mí actividad, Belmojtar o uno de sus secuaces tenían su arma contra la cabeza de alguien, como la persona rogaba por su vida y la angustia tan berraca que debería estar sintiendo en ese momento.
Finalmente el loco imbécil de Belmojtar, en nombre de Dios, escudándose en su religión o en cualquier tipo de lógica retorcida, mato a más de 30 personas.
La tenemos demasiado fácil.