No recuerdo si alguna vez lo escribí acá; los sábados son para mi el mejor día de la semana. Disfruto mucho levantarme temprano (cuando lo logro), irme a desayunar a un café que queda cerca a mí casa y leer el libro que me atrapa de momento.
En la pasada feria del libro di con Juan José Millás como por acto de magia, es decir, parece que su libro "Articuentos completos" estaba destinado a encontrarme o yo a él. Pues bueno, cuando estoy en medio de mi agradable ritual de sábado, me gusta mirar a las personas que están cerca mío desayunando o a aquellas que pasan, e inventarme historias dentro de mi cabeza; o simplemente mirarlas y ya, y de ser posible alcanzar a escuchar un par de palabras de su conversación. Creo firmemente que las actitudes de las personas y sus conversaciones, en medio de lo extrañas que puedan llegar a ser, son una fuente inagotable de creatividad.
Hoy, en medio de mi lectura y mi chismoseo inocente, llegaron un hombre y una mujer en pinta deportiva a desayunar. La mujer era mona y tenía cierto parecido con Kate Hudson, la cual más que bonita, la considero terriblemente sexy.
Después de un par de segundos de quedarme mirándola fijamente a los ojos como un pendejo, me sumergí nuevamente en el libro de Millás. Al rato volví a mirar a la pareja (de amigos claramente, pues el hombre no le tocaba medio pelo a ella. O vaya usted a saber, cada vez las relaciones sentimentales son más extrañas) y la Hudson Colombiana estaba riendo con su Smart Phone, mientras que el hombre se veía realmente incomodo y parecía no saber que hacer, mientras que con unos movimientos, a mi parecer torpes, partía un pedazo de pan con las manos.
No hay mejor forma de sentirse estúpido cuando la persona con la que estamos le presta más atención a su celular y no a lo que tenemos por decir.