Esta entrada va a ser un revuelto de temas. Siempre escribo entradas similares cuando me siento en algun lugar y trato de detallar la escena a mi alrededor; como si estuvieran grabando un documental justo donde me encuentro.
Los fines de semana mis horarios de comida se suelen desordenar. Desayuno tarde; la hora del almuerzo se corre, y lo mismo pasa con la de la comida. Son las 9:37 p.m y no tengo hambre. Me imagino que a eso de las 11 me dará, y entonces me comeré cualquier porquería de paquete.
A las 3:00 decidí salir a almorzar. Estaba solo y me entraron ganas de comer algo específico. Me fui a una plazoleta (Palabra que inmediatamente asocio con un pueblo) de comidas.
Apenas ubiqué una mesa, ya con mi pedido, me puse a mirar la cantidad de personas que tenía a mí lado y todo el ruido del momento: voces, mordiscos a comida, besos, gritos, risas, una carne asándose sobre una parrilla, unos cubiertos metálicos estrellándose contra el piso, un dispensador de gaseosa llenando un vaso, niños gritando, llorando, una voz a través de un altavoz (quizas llamando al dueño del carro de placas XXX-XXX, que está en cine (Siempre me imagino a los dueños de esos carros viendo una película), un radio, música, una caja registradora tragándose el dinero de una persona, un eructo (no el mio), zapatos estrellándose contra el baldosín, puertas de ascensor abriéndose y cerrándose con su sonido de videojuego, el particular sonido al abrir una lata de gaseosa, el de una botella, unos cubiertos de plástico quebándose o abriendo pequeños huecos en un plato de icopor, los carros en la calle, pitos. El ruido y sus diferentes proyectiles y uno ahí, justo en el medio, recibiendo múltiples impactos.
Escucho que una persona dice "Obsequio" y justo al instante en una mesa a mis espaldas (Cómo si fueran dos, La derecha y la izquierda) otra dice "¡Gonorrea!. La palabra obsequio me parece extraña; yo siempre digo regalo. Decir obsequio me parece, no sé porque, como decir Cena. Aquí en Colombia por la noche comemos no cenamos, pero bueno, a veces tenemos ínfulas de europeos.
En la mesa de enfrente (Que al contrario de las "espaldas", solo es uno) se encuentra una familia: Los papás, dos hijos, y otra persona. El hijo llegó a la mesa con una plato de arroz con algo, le repartió un plato vacio a cada uno. La hija agarró una cuchara y comenzó a servir. Creo que estaba esmerándose por servir exactamente la misma cantidad en cada uno de los platos. Un celador, vestido con una chaqueta verde fosforesecente se acercó y les dijo algo; pensé que de pronto quería un poco de arroz, pues servían y servían y no parecía acabarse. No fue eso. Le dijo al hijo que quitara la chaqueta del espaldar de su silla porque le podían robar algo. Él la cogió y se la puso. No sé porque hizo eso con el calor tan infernal que estaba haciendo; parecía que el ruido lo hubiera calentado todo. Mientras el celador se aleja, la familia le da las gracias. ¿Le dará más hambre de lo normal durante el día, por tener que vigilar esa zona de comidas?
Me aburro de mirarlos y concentro mi mirada en una pareja de esposos. Ambos están de sudadera y cachucha. No le presto atención a lo que están comiendo. La mujer no deja de teclear la pantalla de su telefono celular, y el marido, que de vez en cuando la mira, lleva con desgano un tenedor hacia su boca. Ninguno habla, parecen maniquíes con movimiento. Que pareja tan aburrida ¿En eso se convierte el matrimonio después de unos años de convivencia?.
A la derecha de esta pareja memorable, se encuentra una mamá con 3 niños pequeños y una niña un poco más grande. Los niños le prestan más atención a un televisor que transmite un partido de fútbol que a lo que están comiendo. Uno de ellos, con un vaso de gaseosa en la mano, una camisa roja de rayas negras horizontales dice "Es cristiano Ronaldo". Bajo la mirada y veo que tiene unos tenis verdes fosforescentes. Pienso que el celador debería comprar unos así, para que le combinen con su chaqueta.
En la mesa ubicada a mi espalda izquierda Dos amigas hablan con cara de seriedad. Una le muestra una foto en su celular a la otra. Me imagino que están hablando sobre hombres, la verdad un pensamiento un poco machista; tal vez discuten una de las posturas de Herbert Marcuse ¿Cómo Saberlo?. La mujer que mostró la foto, ahora se sujeta la cabeza con la mano izquierda, mientras apoya el codo en la mesa, como queriéndole dar un toque más dramático y serio a su converación.
Acabo mi comida. Apenas me levanto , una mujer dice "¡Ayy! que ternura". Entonces se me viene a la cabeza este título:
Cero Ternura:
- ¡Bájese del obsequio Gonorrea! -