En un mundo paralelo me dedico exclusivamente a realizar tres actividades, entre otras básicas, a lo largo del día: Leer, escribir; las cuales combino con una tercera que consiste en tomar café. Algo bueno de ese mundo paralelo es que me puedo tomar la cantidad de tazas de café que me de la gana, sin preocuparne que se me va a quitar el sueño o que voy a tener un episodio de gastritis. Los mundos paralelos se dividen en buenos y malos, queda claro que el que le estoy describiendo, estimado lector, es de los primeros.
Mi trabajo en ese mundo paralelo es leer, pero la empresa que me paga por hacerlo no me impone los títulos, sino que los sugieren. En un principio querían que leyera libros de autoayuda pero yo quería leer ficción, así que les planteé la siguiente pregunta: " ¿Qué más autoayuda que leer ficción? después de una semana me llego una carta donde aceptaron mi propuesta.
Cada semana me alcanzo a leer mínimo 2 y como máximo 3 libros sin mucho afán. Eso significa que me leo alrededor de 182 libros al año; una cifra buena pero de todas formas pobre, al compararla con la cantidad de libros buenos que aun me hace falta leer, sin contar esos que ni siquiera sé que existen.
En ese mundo paralelo, la sociedad sólo funciona con dos trabajos: unos escriben y otros leen. A los 12 años dejan que uno escoja cual de los dos bandos quiere tomar, pero no deja de ser ambiguo porque los que trabajan leyendo escriben por placer y viceversa; a la larga son actividades que van de la mano.
También, en ese mundo paralelo no existen las diferencias sociales y todas las personas son iguales. Tampoco existen los gurús ni los expertos que tanto abundan en el nuestro. El único impedimento para entablar una conversación con alguien es no conocer el idioma del otro, pues de resto siempre se tendrá algo de que hablar.
En ocasiones las personas de ese mundo paralelo se asoman al nuestro, y les resulta increíble ver todo lo que nos hemos inventado para complicar nuestras vidas.