Es imposible caerle bien a todo el mundo. Si una persona nos cae mal y no la soportamos, e incluso su presencia nos fastidia, solo tenemos dos caminos: que nos resbale por completo la situación o amargarnos con el sentimiento. El segundo, creo yo, nos quita, si no años, por lo menos unos segundos de vida.
Hace poco alguien me dijo que uno siempre debería evaluar porque alguien le cae mal y tratar de solucionar, hablando con esa persona, las diferencias. Puede que sea cierto, que simplemente el ego (he tratado este tema mucho en mis últimos posts, me imagino que se debe a increíbles despliegues de personas cercanas en las últimas semanas. Me incluyo, obviamente, en esta observación) nos ciega y como siempre nos lleva a creer que somos poseedores de la verdad absoluta.
El punto es que alguien nos puede caer completamente mal y ya, que no hay necesidad de intentar evitar ese sentimiento, pues caeríamos en los terrenos de la hipocresía. La vida sería completamente plana si todos fuéramos una especie de Madre Teresa o Dalai Lama.