La frase bíblica indica que si a uno le pegan en una mejilla debe poner la otra para recibir otro golpe. Lo complicado de este acto de humildad, si se le puede llamar de tal forma, es que no sabemos si va a ser suficiente para nuestro contrincante, o si de paso debemos poner otras partes del cuerpo para que nos sigan machacando a puñetazos.
Puede que usted, estimado lector, sea lo suficientemente ágil, y con un reflejo tipo ninja evite ese primer golpe, bien sea físicamente o a través de su discurso. En ese caso la torta se voltea, pues usted, después del bloqueo, puede contestar agresivamente el ataque y ser el que golpea la mejilla por primera vez. Dependiendo de la técnica y fuerza de su golpe, su contrincante caerá noqueado a la lona (resulta obvio que, a menos de que usted sea boxeador, no caerá en tal superficie, sólo quería utilizar esa palabra) o trastabillará un par de pasos hacia atrás, pondrá la otra mejilla o se abalanzará en contra suya. Estos son tan solo uno de los múltiples puntos de trama (cualquier acontecimiento que envía a una narrativa en una nueva dirección) presentes en tal situación.
El punto es que debemos aprender a identificar qué situaciones no ameritan "poner la mejilla" sino contraatacar, acción, en este caso, que dista mucho de ser resentido. En esos casos después de haber recibido el golpe en una mejilla, en caso de no ser noqueados y aprovechando el descuido en la guardia del contrincante debemos lanzar un uppercut certero. Si se llega a conectar en la quijada, podría darse por saldado el asunto ya sea por knock Out o porque el contrincante no cuenta con más quijadas que poner a disposición de nuestros golpes.