Hace tiempo un amigo desapareció de un momento a otro. Lo busqué un par de veces pero nunca logré establecer contacto con él, hasta que me aburrí y dejé de llamarlo.
Un día me lo encontré cerca a mí casa. Tenía una entrevista de trabajo por el sector y me saludo como si nada. En medio de la charla, le pregunté que si algo le había molestado, qué se yo, quién sabe a cuantas personas ofendemos con micro-actitudes a las que no le damos ninguna importancia.
Se rió y me aseguró que no, que había estado muy ocupado pero nunca supe en qué, No habló sobre sus asuntos en esa ocasión. Nuestra charla, más bien sonsa y repleta de lugares comunes, sólo duro unos minutos y quedamos de tomarnos unas cervezas el siguiente fin de semana. Nunca apareció, sin pena ni gloria se convirtió en un fantasma.
A veces me pregunto en qué andará y si en algún momento tuvo problemas; en resumidas cuentas que fue lo que lo obligo a no volver a hablar conmigo. No es algo que me quite el sueño sino simple y mera curiosidad.
No es es raro que las personas entren y salgan de nuestras vidas. Resulta imposible saber cuantas de las que frecuentamos, a futuro, se van a materializar por completo o a convertir en fantasmas.