jueves, 2 de febrero de 2017

Sencillo

Lleva quince minutos con el arma en su mano. Un bombillo, con una luz cansada, ilumina de manera tenue el cuarto de tortura. Sus manos sudan y siente que el arma se le resbala. La pone sobre una mesa para evitar un accidente.

Enfrente, a menos de 2 metros un hombre se encuentra atado de pies y manos a una silla. Una bolsa de tela cubre su cabeza. Trata de imaginar las facciones del hombre encapuchado; cree que sonríe , a pesar de que el hombre, que no tiene más de 20 años, no para de sollozar. 

Hace parte de los rebeldes, razón suficiente para que sus comandantes, le hayan dado la orden de acabar con su vida. Sabe que el mundo está lejos de ser un lugar feliz, y espera que por lo menos sea algo justo. 

Su tarea es Es fácil. El cuarto está bajo tierra y nadie escuchará el eco del disparo, el primero que le dará a quemarropa a un enemigo. Intenta pensar que nadie echará de menos al hombre que ahora hiperventila detrás de la bolsa de tela. que se contrae al ritmo de la respiración agitada. Lleva audífonos que reproducen música clásica a todo volumen. No quiere escuchar nada de lo que le dice la victima. Se recuesta contra una pared y simula con sus manos que dirige una orquesta invisible que ubica en un teatro imaginario; es imposible meterlos en el mismo cuarto. 

Quiere acabar ya con esto, es sólo un disparo. No ve la hora de irse a casa para abrazar a su esposa y jugar con su pequeña de cinco años. 

Suena el teléfono de la habitación´. El hombre lo descuelga y lo pone en su oreja sin decir palabra. 

"Lleva más de 20 minutos ahí Martínez, lo que debe hacer es sencillo. ¿Necesita ayuda?" 
"No señor" responde mientras se muerde el labio. 
Abre la boca para decir algo, pero al otro lado de la línea ya no hay nadie. 

Martinez cuelga, camina hacia la mesa y agarra la Desert Eagle. Comienza a llorar. 

Los dos hombres son los únicos que escuchan el estruendo. Uno de ellos cae al suelo.