lunes, 13 de febrero de 2017

Helado

Escribe con rabia.  Parece que las palabras pasaran por su hígado antes de ser soltadas por sus manos. Sabe que son flechas poderosas y, a veces, desea infligir el mayor daño posible con ellas; que quienes las lean, caigan  en cuenta de lo equivocados que están al perseguir sus  creencias o al adoptar posturas que sólo son ridiculeces sin argumento alguno.

Cree que quienes lo rodean no ven más allá de las redes sociales y que les encanta empalagarse de sucesos triviales que no aportan nada a sus vidas.  Cuenta con miles de detractores que se despachan con todo tipo de insultos en la sección de comentarios de sus artículos, pero eso no le importa; saber que alguien se toma el tiempo de leer sus helados textos, para comentar las verdades que expone le produce satisfacción, pues es la mejor prueba de que sus letras, de una u otra manera, causan algún tipo de molestia.

Ahora escribe un artículo incendiario en uno de sus cafés preferidos.  Mira por una ventana y ve a un niño en la calle  que come un helado de dos bolas, una roja y  la otra blanca.  Hace calor y el helado se derrite;  lentamente resbala por la galleta  y le unta manos y brazos, mientras que otras gotas, las que no alcanzaba a lamer, se estrellaban contra el piso.  El niño no le presta importancia a eso para nada, y sigue dándole lengüetazos, a la ahora masa uniforme, como si nada.

Esa imagen lo cautiva.  interrumpe la redacción de su columna, llena de lecciones importantísimas y comienza a escribir otro texto, "Comer helado" lo titula.  En él simplemente va a narrar lo que está observando y va a dejar de lado las opiniones personales, o a camuflarlas lo mejor posible en el subtexto, si es que alguno emerge en el proceso.  Sólo quiere narrar el momento tal cómo acontece, quiénes se involucran en él y de qué manera se relacionan.  También imprimirle todas las propiedades del ambiente de forma justa, sin sobrecargarlo con descripciones o enumeraciones agotadoras.

Después de escribir frenéticamente un par de párrafos, decide leerlos.  Es un texto sencillo, repleto de lugares comunes que distan completamente de su estilo tradicional, pero es sincero y eso lo hace mejor que otros que siempre ha considerado sus favoritos.

Con él pudo comprobar algo que todavía le cuesta aceptar, que escribir únicamente consiste en ser capaces de narrar lo que pasa enfrente de nuestras narices.