Andrés Rozo se despierta, ¿qué hora es? no lo sabe. La escasez de luz le indica que es de noche, pero también podría ser de madrugada o el filo de la tarde que da paso a la noche. No se decide por ninguno, se queda tendido, con los ojos abiertos, al rato los cierra, esperando una respuesta que nunca llega.
Se siente extraño como si fuera una persona diferente a la que se acostó; tal vez la sensación es producto de tener que despertar, ese tránsito del sueño a la vigilia que nunca deja de ser duro, extraño o ambas cosas al mismo tiempo. Se pregunta ¿quién es? y no se puede dar una respuesta, esta aturdido, pero eso no es lo que le evita responder la pregunta, "¿acaso alguien está 100% seguro de eso quién es?" se pregunta ahora.
Acude a su celular, pero la luz lo encandelilla y le molesta, así que lo apaga inmediatamente. Por más que desee y como en muchas otras ocasiones, el aparatico, aunque parezca, no le va a colaborar con la definición de su identidad.
Después de su interacción con la tecnología, por lo menos sabe que hora es, 9:20 de la noche. El sueño lo atrapo de un momento a otro sin habérselo propuesto. Ahora también sabe que el hambre que siente es de comida y no de desayuno, una nocturna y la otra del día que, a pesar de ser casi idénticas, se diferencian por poco.
Siempre le ha causado desconcierto el tener que despertar.