Este fue el título que escribí hace un rato, luego me puse a ver televisión y lo olvidé por completo, hasta ahora que me vuelvo a sentar en el escritorio.
“Te recomiendo que entre lo mucho que lees incluyas el tema higiene del sueño”, me dijo hace poco un médico, un tema que, supongo, hace referencia a tener buenos hábitos para dormir, ustedes saben: no trasnochar en exceso, no tomar bebidas oscuras antes de ir a dormir, no manipular aparatos tecnológicos, y cosas por el estilo, cosas que muchas veces hago. Le respondí que sí, que sonaba supremamente interesante y que lo iba a hacer. En parte respondí lo que supuse ella esperaba oír, pero en serio quería leer sobre el tema. No lo hice.
La idea entonces era escribir sobre eso, mirar que tipo de asociaciones se me venían a la cabeza con la palabra higiene y esperar que ese fuera el punto de partida del texto. Ahora que lo leo me parece un tema aburridor, aunque puede que, como le dije a la mujer, sea interesante y que mi sueño y el de muchas personas sea un lodazal, lo más opuesto a algo higiénico que se me viene a la cabeza en este momento.
La verdad escribo y no escribo sobre la higiene del sueño porque no tengo idea sobre qué escribir. En el momento en que me di cuenta de eso, sentí un poco de envidia hacia esos escritores que, cuando los entrevistan, afirman tener miles de ideas para desarrollar novelas, y que lo que lo único que les hace falta es tiempo para poder escribirlas.
Me acordé lo que le dijo una vez Kurt Vonnegut a Salman Rushdie cuando le preguntó seriamente acerca de sus intenciones sobre escribir, y Rushdie le dijo que si, claro, que a eso era lo que se quería dedicar por el resto de su vida. Vonnegut le contestó: “Entonces debes saber que llegará un día en que no tendrás un libro que escribir y, aun así, tendrás que escribir un libro”.
De pronto si ayer hubiera dormido esas 8 horas sobre las que algunos hablan con tanta veneración, hoy estaría escribiendo sobre otra cosa, sobre lo bien que dormí, por ejemplo, y lo limpio e higiénico que fue mi sueño, pero no, si hay una palabra que define lo mal que dormí ayer, debería ser “sucio”. Tal vez, solo tal vez, la higiene del sueño, en cierta medida, garantiza la generación de ideas para escribir textos fascinantes o grandes novelas; vaya uno a saber.