La palabra que quiero escribir es “Considero”, pero la que aparece en la pantalla es Vondifrto, producto de ubicar mal los dedos en el teclado, de no reposar el anular, el medio y el índice sobre las teclas a, s y d respectivamente, sino una tecla hacia la derecha.
De inmediato el corrector de ortografía la subraya en rojo, y cuando busco qué palabras me indica para corregir mi error, me dice que no hay sugerencias, hecho acertado pues en el diccionario tampoco hay ninguna palabra que se le asemeje. Entonces, podemos decir, nos encontramos ante una palabra no-palabra.
Hablemos de la palabra por sí sola, esa “unidad lingüística, dotada generalmente de significado, que se separa de las demás mediante pausas potenciales en la pronunciación y blancos en la escritura”, una de las definiciones dadas por los eruditos de la RAE, a quienes imagino como unos viejitos con túnicas y barbas largas, que pasan varias horas del día sentados en frente de escritorios repletos de papeles, mientras los revisan y escriben en ellos, con una pluma de tinta de las antiguas, semejantes definiciones tan intrincadas. No entendamos la palabra como el no tenerla, la facultad de hablar o la palabra de Dios. Me gusta eso de que la palabra generalmente está dotada de significado, lo que abre la posibilidad de que existan las no-palabras, las que inventamos o se nos aparecen y que no tienen significado.
En un aparte de el Hombre que no fue Jueves, Constaín afirma que iba a escribir “Nada de relatos vagos y resúmenes agotados”, pero que hundió mal la teclas y la palabra con la que cerro la frase fue ahotados , un adjetivo arcaico que significa “osado y atrevido”.
No tengo la misma suerte con vondifrto, de difícil pronunciación con esas tres consonantes seguidas, y que no se me ocurre que pueda ser o significar: ¿un verbo, un adjetivo?, decidan ustedes.