En este momento mi hermana me está tomando unas fotos en la terraza de un café. Se supone que deben reflejar un momento en el que esté escribiendo. Estamos en este lugar, no porque acostumbre a escribir en ellos, nunca lo hago, sino porque creemos que es adecuado para las fotos.
Abro un documento de Word y comienzo a escribir lo que salga, pues me parece ridículo teclear o pretender hacerlo con la pantalla apagada. El texto que resulta es este; no se me ocurre sobre qué otro tema escribir; a veces pasa esto, como que el cerebro se cierra a otras ideas, actúa de forma perezosa y ya.
Soy malo para esto de posar a propósito para una foto. “Pero ríete un poco”, me dice mi hermana, y caigo en cuenta de que estoy haciendo cara de puño, aunque no suelo reírme cuando escribo o eso creo; de pronto cuando he escrito algo que considero medianamente gracioso lo he hecho, pero la verdad no soy consciente de mis gestos mientras escribo.
En este momento me gustaría entrar en un flujo de escritura libre, ese método en el que dicen que lo importante es no ponerle atención a lo que se escribe, sino dejarse llevar por cualquier barbaridad que se le ocurra al cerebro.
Me imagino que ese método de escritura involucra mucho al inconsciente. Anaïs Nin habla mucho de eso en sus diarios; dice que aprecia su vida, pues vive de lo que otros solo hablan, estudian o analizan, y que ella quiere seguir viviendo el sueño sin censura, el inconsciente libre.
También que en una ocasión vio a Dali en una reunión, en la que apareció con un traje de buceo y que, como todos los presentes, río de lo absurdo del asunto, pero que luego cayó en cuenta del profundo significado de esa manera de comportarse, y se debía, según ella, a que el artista busca la manera de adentrarse en lo más secreto, profundo, su ser inconsciente, pues en ese lugar está la fuente verdadera de la creación.
En ese aspecto me gustaría ser como Nin, no estar tan apegado al mundo real y dejar que la ficción, fantasía y los sueños tomen la rienda, pues tanta realidad junta, tanto deber ser. a veces resulta abrumador.
La luz del día se está apagando y un mesero llega con un jugo que pedí. Mi hermana deja de tomarme fotos y se sienta a mí lado. Comienza a hacer frio y escucho el trino de unos pájaros que están cerca pero no a la vista.