Me molestan muchas cosas: La hipocresía, que existan personas que le tomen fotos a un plato de comida, que yo alguna vez le haya tomado foto a uno, que algunas personas se ufanen de sus borracheras. Me molestan en especial esos artículos de ¿cómo hacer inserte aquí su tópico de interés? o las famosas listas, como esa que indica los 30 lugares del planeta que debemos visitar antes de morir cuando está claro que todos queremos viajar, pero ninguno morir. Me molesta no ser un putas de la gramática, para puntuar como si fuera una especie de dios del idioma.
Me molestan las personas que dicen que van a escribir un libro, pero que se quedan en eso, en sembrar expectativa, en ser autores de libros no escritos, libros fantasmas, libros muertos antes de nacer. Me molesta la epidemia de expertos en la que vivimos inmersos, que no nos demos cuenta, como leí una vez, que si que alguien se considera experto es porque está mal informado o simplemente es un habla mierda.
Me molestan los influenciadores, el afán que tenemos de tener seguidores en las redes sociales, y me molesta que a veces me fije en eso y en mis pocas, casi nulas, habilidades para interactuar con personas que no conozco en la supuesta autopista de la información.
Puedo quedarme listando las cosas que me molestan durante mucho tiempo, así que les voy a contar qué es lo que más me molesta, y es precisamente eso, o esto, es decir, estar molesto e indignado con y por todo, no dejar que los asuntos, las personas y sus actitudes, las cosas, con todo lo que pueda ser una cosa, me resbalen.
Me molesta no estar en la capacidad de ser como una mota de polvo pues ¿qué le molesta a una mota de polvo? Seguramente nada, va por ahí y simplemente es lo que es, sin necesidad alguna de aparentar nada.
El viento la lleva de un lado a otro, hasta que un trapo para limpiar el polvo la retira de una superficie, ¿y luego de eso para donde va? supongo que a las tuberías de la ciudad después de que el trapo se lava, y luego, de alguna forma, se queda allá en las sombras, hasta el fin de los tiempos, pues imagino que las motas de polvo, como las cucarachas, lo resisten casi todo. O quizás se convierten en algo diferente, o vuelven a salir a la superficie y retoman su andar errante, aleatorio; se apropian de su papel de mota de polvo como si nada, sin indignarse sin renegar, vuelven a ser ser lo que son o lo que fueron, lo que eran, y ya está, sin patinar sobre el asunto.