No conozco esa palabra, así que acudo a la RAE para que me de luz. Escribo la palabra en la caja de búsqueda, pincho el botón “consultar”, y me decepciono con la información que obtengo: “Que rutila”:
Repito el proceso y resulta ser un verbo. Rutilar: brillar ¿Debería conocerlo?, ¿cuántas palabras de mi idioma materno no conozco?, ¿debería darme pena?, no sé, hoy es uno de eso días en que siento no saber nada, pero tengo claro que prefiero decir que algo brilla a que algo rutila, eso sí lo sé.
La palabra la leí en la novela Americanah, de la escritora Africana Chimamanda Ngozi Adichie, traducida por un tal Carlos Milla soler que, supongo, es español.
La novela está repleta de otras palabras que me suenan extrañas, lejanas, como apearse, por ejemplo, que no es otra cosa que bajarse de un automóvil. Pero acá nadie dice eso, uno dice: “se bajo del carro, me voy a bajar del carro” o frases por el estilo.
Una amiga, profesora de español y literatura, me dijo que por qué no me había comprado la novela en inglés. Tal vez debí haberlo hecho así, para evitar esa capa de traducción que no deja de cambiar la intención del texto original de alguna manera.
Lo compré en español, porque fue la primera edición que vi y, además, la de inglés era más cara. Ella me dijo que la última no era razón suficiente, que ella nunca escatimaba al momento de gastar en libros o comida. En ese momento le dije que no importaba, que al final todo se reducía a leer, independiente de cual fuera el idioma, pero tal vez mi lectura habría sido más satisfactoria si hubiera leído la novela en inglés.
Hace muchos años también me encontré con palabras extrañas e inconsistencias en el punto de vista, en “La Republica del Vino”, la novela del Nobel chino Mo Yan. En esa ocasión parecía que era una doble traducción del chino al inglés y de ese idioma al español, una especie de teléfono roto de traductores que no dio buen resultado.
Supongo que para que las obran rutilen como debe ser, lo mejor es leerlas en su idioma original.