A veces, como ahora, tengo ganas de hacer de todo, es decir, lo que más me gusta: dibujar, escribir o leer, que son como los puntos de un mapa que siempre ayudan a ubicarme. Cuando esto pasa, una lluvia de ideas cae de forma desordenada en mi cabeza, y juego a conectarlas de alguna manera para ver en qué puntos se cruzan, pues imagino que esos territorios de encuentro son importantes, y que en ellos hay algo por descubrir.
Pienso, por ejemplo, en que me
gustaría escribir una novela como The house on Mango Street que leí hace poco. Me gusta su estructura en viñetas y que a
veces unas no tengan nada que ver con las otras. Me recordó mucho a Vibrato, una novela bellísima
de Isabel Mellado, una violinista y escritora chilena que vive en Alemania.
También le doy vueltas a una
charla de una escritora sobre su proceso para cursar un Master de escritura
creativa en Estados Unidos, en la que contó, por encima, su experiencia. Ella se presentó sin tener los recursos (más
de 50.000 dólares), y apenas la aceptaron siguió adelante con el proceso, pues
sabía, en lo más profundo de su ser, lo que sea que eso signifique, que quería,
o bien debía, ser escritora, pues para eso había nacido.
Como ya lo he dicho, me intrigan
mucho esas personas que tienen tan claro lo que deben hacer en la vida, porque
es algo que a mí me cuesta definir por completo; imagino que esto tiene que ver
con que todos tenemos una identidad múltiple, que somos uno y muchos al mismo
tiempo, no sé.
También, en estos días en los que
me volví a obsesionar con el dibujo, he llegado a la conclusión de que las proporciones
del cuerpo humano tienen algo de divino; imagino que esto que digo no es nada
nuevo y que ya deben existir tratados sobre el tema, pero me asombra la
relación que tienen las distancias de cada una de las partes del cuerpo humano.
Si hay un aspecto que me gusta
mucho del dibujo es el boceto, pues brinda la oportunidad de equivocarse, de
tachar, de hacer un trazo una y otra vez hasta creer que se obtuvo el correcto.
Esto, imagino, tiene que ver mucho con la escritura, con poder borrar,
reescribir y si es el caso, como me pasó ayer con un dibujo en el que las proporciones
se fueron al carajo; arrancar la hoja y botarla a la basura. Tal vez, solo tal vez, deberíamos concebir
más la vida como un boceto.
Existen ganas, algunas verdades, eso
creo, y miles de inquietudes.