12 minutos.
Ese es el tiempo que me queda para conectarme a una reunión por Zoom. Me aventuro a imaginar que mi vida depende de lo que pueda escribir en en esos minutos.
Cuando era pequeño me aficioné a jugar buscaminas. Cuando echaba una partida del juego, pensaba que alguien había secuestrado a mi familia y que tenía que acabarlo victorioso para que la dejaran en libertad y no les hicieran daño. No se imaginan la cantidad de veces que murieron, en fin.
Dicen que tener al tiempo en contra es una buena técnica para escribir, pues de cierta forma obliga al cerebro a producir ideas, conectarlas como pueda y, a veces, con algo de suerte, se obtiene un buen resultado.
Ahora quedan 7 minutos y no les he contado nada. De pronto es que obligarse a escribir de esa forma tan agresiva, por decirlo de alguna manera, no es bueno. Tal vez lo mejor sea tener claro el momento en que se va a realizar un ejercicio de este tipo.
Ante la premura y falta de ideas, podría acudir a la descripción. Darles un informe detallado de todo lo que veo en este momento, pero ¿para qué? ¿con qué fin?, seguro ninguno.
Acaba de sonar una alarma en la calle y ahora el trino de un pájaro. La palabra pájaro me recuerda la canción free bird de Lynyrd Skynyrd que acompaña la escena de Forrest Gump, cuando Jenny se va a suicidar y, pienso, tiene una melodía nostálgica al principio.
Ahora solo me quedan 2 minutos.
Parece poco pero no, si una vida se define en una fracción de segundo, 2 minutos vienen siendo una eternidad ¿acaso no? Millones de vidas; pasado presente y futuro contenidos en ese lapso de tiempo.
1 minuto...