En los últimos días he soñado dos veces con una mujer que en los sueños me encanta, es decir, la sensación cuando estoy cerca de ella es muy placentera.
Si me pusieran a describirla para hacer un retrato hablado, seguro que no lo lograría, porque de su aspecto solo tengo fogonazos: la curva de su sonrisa, sus labios rosados que contrastan con unos dientes blancos, y su pelo negro y largo.
En los sueños también apareció Raúl Medina, un hombre que conocí en la universidad. Él trata de que la mujer y yo coincidamos en ciertos espacios. Recuerdo un pequeño dialogo que sostuve con él:
“Ese día todos estábamos esperando que se cogieran de las manos. No sé qué paso”. No entendí por qué lo dijo como si fuera gran cosa.
Recuerdo la escena a la que hace referencia. Estábamos cerca y ella me ponía atención a algo que le estaba contando, pero de un momento a otro, la mujer que, imagino, es como una colcha de retazos con características de diferentes mujeres que me han atraído a lo largo de mi vida, se puso de mal genio y se alejo del lugar en el que estábamos.
No sé porque mi yo del sueño no trato de retenerla, es como si fuera consciente de que dijo algo que la molesto y por eso sabía que no tenía sentido buscarla, pues seguro lo (me) rechazaría.
En otra escena, después de ese incidente me encuentro con Medina y le pregunto cómo les terminó de ir ayer y qué habían hecho.
“Mejor le cuento que fue lo que no hicimos”, respondió.
Ahí sentí rabia, porque imaginé que la mujer tenía mucho que ver con esa frase. Pero me quedé callado y no respondí nada, aunque me moría de ganas de preguntarle por ella
Después en el siguiente corte, digamos, la vi sentada y riendo con un grupo de personas, pero no me acerqué.
Ahí me desperté e intenté dormirme de nuevo a ver si podía, como a veces ocurre, continuar con el sueño, pero no lo logré.