Hace un tiempo leí una noticia que estaba cargada de conflicto y de emociones encontradas. Desde ese día almacené esa información en los archivos temporales de mi cabeza y al día de hoy, por fortuna, no se han borrado.
La nota de prensa hablaba sobre un escritor que debe tomar una decisión de vida o muerte: mirar si quema una novela en la ha trabajado por dos años, para poder seguir con vida.
Ese día en que leí la noticia pensé: “Voy a escribir una historia sobre esto, y anoté en algún lugar el título de la noticia, al tiempo que un pequeño resumen de la historia: “Un escritor que bla bla bla…”
Puede que alguien piense que la trama es algo ridícula, pues cualquier persona escogería vivir por encima de cualquier cosa, pero pues ese escritor no es cualquier persona y por eso es capaz de contemplar la idea de anteponer su obra a su vida, además piensa que si la termina esta le asegurará inmortalidad en forma de letras.
Otros podrían preguntarse: “¿Pero si Steinbeck fue capaz de reescribir De ratones y hombres luego de que Toby, su perro, se comiera el manuscrito, como es posible que este escritor no sea capaz de reproducir de nuevo su novela?”
El escritor sabe que sí puede hacerlo, pero le gusta como está y piensa que la nueva novela tendría ligeros cambios, imperceptibles para cualquier lector, pero no para él. Ese hombre piensa que el trabajo escrito de una idea, una vez trabajada, más todas las emociones y posturas que genera, no se puede volver a reproducir de forma idéntica por más que se intente.
Siempre trato de anotarlo todo en mi libreta, en la aplicación de notas del celular o enviándome un mail, bueno no todo, pero si lo que se me ocurre, me llama la atención o me parece importante. Pero más importante que realizar una anotación, creo, es recordar en qué lugar se hace, pues he buscado la nota como loco y no la encuentro por ningún lado.
Tendré, como Steinbeck, que empezar de cero. A la larga escribir es un poco eso, alumbrar la oscuridad con palabras hasta encontrar un camino y seguirlo, ¿acaso no?.