Abandono la lectura de una novela.
Llevaba más de 100 páginas, pero me estaba costando conectarme. Sentí que hablaba sobre muchas cosas, pero que la historia no iba para ningún lado.
Pensé que si le daba más tiempo me iba a enganchar, pero no fue así. Imagino que este momento de vida no es el indicado para leerla y que volveré a su lectura cuando la vida así lo quiera: Romanticismo chimbo de lector, en fin.
La vida es muy corta para leer de forma forzada. Frank Zappa lo dejó claro: So many books so Little time.
De pronto es que el libro no me gusto y ya está. No hay nada malo en eso, así la crítica lo elogie o les guste a millones de personas.
Paso el mal trago de lectura, pero aún siento necesidad de consumir ficción, así que comienzo otra novela de inmediato, pero pasadas unas pocas páginas, no más de 10, me detengo, porque tampoco me convence.
Siento una ligera ansiedad al pensar si no estoy desperdiciando mi tiempo de lectura, mientras en algún lugar se encuentra otra obra que me va a cautivar por completo.
"¿Será el inicio de una temporada de no lectura?”, me pregunto.
Luego Me debato entre leer, mirar el celular o prender el televisor.
Me decido por la primera y escojo La Tentación del Fracaso, los diarios de Julio Ramón Ribeyro.
Leo con calma, sin atragantarme con las palabras, sin afanes, como se debe leer, pienso.
La forma en que narra la cotidianidad, y los análisis que hace de la vida me parecen sinceros, sin ínfulas de intelectual y me tranquilizan.
Pienso que todas las personas los deberían leer, junto con los de Anaïs Nin, otra gran joya del mundo de los diarios.