Bien saben los seguidores a muerte de este blog, y les cuento a los que apenas llegan, que por culpa o gracias a L. uno de mis autorregalos de navidad fue la novela La Nostalgia del Melómano de Juan Carlos Garay.
Pues bien, ayer la empecé a leer y pinta que va a ser una de esas lecturas lentas, pues uno quiere saborear cada letra para que se no se acabe tan rápido.
Comienza con un prólogo que se titula “Pondremos el tocadiscos para siempre”, y no sé si es que he leído muy poco o qué, pero hacía rato no me topaba con uno. Lo extraño de este es que no se siente como un prólogo, en el que otro escritor habla sobre la novela, sino que más bien parece un pre-capitulo (imagino que el término no existe) de esta.
Quien la escribió nos va presentando personajes y algo de acción y está tan condenadamente bien escrito, con su correcta dosis de lirismo, que dan ganas de querer chutarse la obra de forma intravenosa.
“La punta de diamante devela algunos arcanos. La materia abstracta yace aprisionada en vetas microscópicas. Aparecen entonces las canciones y las voces recluidas. De otros tiempos llegan presencias, abandonos, estremecimientos, tambores, truenos, la suma inconclusa de los amores equivocados”.
A medida que leo me pregunto: ¿sería capaz de escribir así tan bueno, tan cálido, si me pusieran a prologar una obra? No lo sé, pero creo que el dueño de estas líneas tiene que ser un melómano de raca mandaca, y uno con uno con un gusto desmedido por esos platos negros que giran a distintas revoluciones.
Cuando termino esas tres hojas, de las que releo pasajes que evocan imágenes y sensaciones de las que no quiero salir, me encuentro con la firma de su autor, y me llevo la grata sorpresa que es el gran Luis Daniel Vega, un entrañable amigo del colegio.