Cuando llegó a su casa todavía conservaba esa energía que lo había acompañado durante toda la jornada. Tenía decidido jugar con sus hijos y sorprender a su esposa con una comida sencilla pero apetitosa.
Luego de entrar al apartamento, apenas puso un pie en su cuarto, se quitó los zapatos sin ayuda de las manos.
Pasta Alfredo, ese sería el plato, pensó. Fetuccini, mantequilla, parmesano, sal y pimienta.
La vida, pensó, debería ser igual de sencilla que una receta de pasta, con instrucciones claras de qué hacer y que cantidad de emoción esparcir sobre una determinada experiencia o persona.
Fue en ese momento cuando el peso del mundo le cayó encima.
De camino hacia la cocina, se tumbó en en un sofá de la sala y pensó: “Voy a cerrar los ojos cinco minutos”. En eso quedaron sus planes de cocinar pasta.
Casi al instante de cerrar los ojos se quedó dormido. Segundos antes de ingresar en el territorio del sueño, sintió que no solo llevaba su cansancio encima sino el de todos sus ancestros, y que el sentido de la vida, no solo el de él, sino el de todos, consistía en cerrar los ojos y descansar.
“Ya habrá momento de preocuparse de todo durante la vigilia”, fue uno de los últimos pensamientos que se le cruzaron por la cabeza antes de quedar dormido.
Ese día su esposa llegó a las 11 de la noche y lo encontró tumbado en el sofá. Se inclinó y le dio un beso en la cabeza y le dijo que lo esperaba en la cama, que ya era tarde. Con un pie en la vigilia y otro en el sueño, él murmuró algo ininteligible. Al poco tiempo el frío lo terminó de despertar y se fue al cuarto.
“Ya habrá momento de preocuparse de todo durante la vigilia”, fue uno de los últimos pensamientos que se le cruzaron por la cabeza antes de quedar dormido.
Ese día su esposa llegó a las 11 de la noche y lo encontró tumbado en el sofá. Se inclinó y le dio un beso en la cabeza y le dijo que lo esperaba en la cama, que ya era tarde. Con un pie en la vigilia y otro en el sueño, él murmuró algo ininteligible. Al poco tiempo el frío lo terminó de despertar y se fue al cuarto.
Luego, ya en la cama, el cansancio que tenía se le había esfumado. Estiró una mano hacia su mesa de noche y tomó el libro que estaba leyendo.
Luego prendió la lámpara, acomodó las almohadas y se propuso leer hasta que el sueño le llegara de nuevo.
Luego prendió la lámpara, acomodó las almohadas y se propuso leer hasta que el sueño le llegara de nuevo.