Está claro que técnicas existen cientos, miles, millones, miles de millones de técnicas, tantas como estrellas en el universo; bueno de pronto no tantas, pero creo que me entienden.
Yo tengo una para comer galletas, ¿de cuáles? A mí me sirve con las Saltinas o las Ducales, que se dejan quebrar fácil por la mitad.
Cabe anotar que la técnica funciona si a usted, querido lector, le gusta hacer sopitas con esas galletas.
¿Y qué significa hacer sopitas?, me refiero a esa tradición milenaria que consiste en meter parte de la galleta en una taza de café o chocolate, sacarla inmediatamente, y darle un mordisco veloz, para que las gotas no escurran sobre la ropa o el mantel.
La velocidad es uno de los componentes importantes de la técnica, pues nada peor que estar listo para salir al trabajo y chorrearse la camisa o la corbata por ejemplo.
Pues bien, mi humilde técnica consiste en esparcirle algo (mantequilla, mermelada, queso crema, etc.) a toda la superficie de la galleta y luego de ese paso, viene el momento crucial, el cumbre, aquel en el que todo funciona o la técnica se va a la porra.
Consiste en darle un golpe a la galleta contra el plato y partirla exactamente por la mitad. ¿Por qué? Porque hacer sopitas con las mitades es mucho más fácil que hacerlo con la galleta entera.
Cabe anotar que hay que imprimirle la fuerza apropiada al golpe, pues en algunos casos, una de las mitades de la galleta puede salir volando y como uno es de malas, casi siempre aterriza en la ropa o en el piso justo sobre el lado al que le untó algo.
No sé en qué momento me inventé tal técnica pero al día de hoy la sigo perfeccionado. Aunque no lo parezca tiene su ciencia. Todo en esta vida requiere cierto nivel de habilidad.