A veces, si siento que el día no fluye, salgo a dar una pequeña vuelta para ver si eso ayuda a que mi cabeza se despeje.
Recuerdo que Carlos, mejor conocido como Carlangas, un progamador que trabajó conmigo, hacía lo mismo cuando el código que escribía no le funcionaba. Un momento uno lo veía con una mano en el mentón, perdido en pensamientos de su lenguaje de programación, y al otro ya no estaba en su puesto.
Si uno se asomaba lo podía ver paseando por el parque que quedaba enfrente de la oficina, siempre con su mano en el mentón. Daba un par de vueltas hasta que, de repente, parecía que la idea o solución que estaba buscando le llegaba a la cabeza, momento en el que se devolvía a la oficina con un paso apresurado.
Otras veces salgo simplemente porque tengo frío y afuera está haciendo sol . Ayer, después del almuerzo, salí precisamente por esa razón y camine hasta enfrente de un edificio de una agencia de publicidad, donde hay una especie de asientos incrustados en el concreto.
Me senté ahí y traté de pensar en nada, solo mirar a las personas que iban pasando o estaban en las mismas que yo, es decir sentados.
Justo enfrente había una mujer con un uniforme de enfermería negro. Tenía la pierna cruzada nivel contorsionista y hablaba por celular con ayuda del manos libres. A ratos me sostenía la mirada por unos segundos, pero luego se desentendía de ella, para gesticular con sus manos.
También pasó una barrendera con un recogedor y escoba, recogiendo las hojas secas del lugar, y mientras ejecutaba su tarea cantaba la misma estrofa de una canción, una y otra vez. Se le veía feliz.
Al rato apareció una mujer paseando un un coche vació, pues el bebé estaba caminando con pasos torpes por el lugar, hasta que se fijó en una hoja seca gigante y se agachó a recogerla. Luego se la llevó a la mujer que lo cuidaba y esta le dijo gracias. No sé si entendería o qué, pero el bebé le sonrió y balbuceó algo a modo de respuesta.
Cuando estaba a punto de irme llegaron un hombre y una mujer, y se sentaron hacia mi derecha. El hombre sacó lo que parecía ser un cigarrillo de marihuana, revisó que estuviera bien armado y se quedó con él en la mano. La mujer con la que estaba le dijo algo que no alcancé a escuchar, y el hombre le respondió: “Tranquila, yo te espero, solo le voy a dar unos plones y ya”
Ya ven, cada quien busca la inspiración de diferentes maneras.