Algo me despierta. Abro los ojos y el cuarto está completamente a oscuras. Como casi no hay ruido alcanzo a escuchar mi respiración. Le presto atención por un instante hasta que un carro que, parece, va a toda velocidad, pasa por una de las calles cercanas.
Menos mal que no son las 3 de la mañana, la hora del diablo, pues dicen, los que saben de esas cosas, que abandonar el sueño abruptamente a esa hora, tiene que ver con actividad paranormal.
No soy del club de las 4 a.m. ni tampoco del de las 5. Pertenezco más bien al de las 7, pero tengo ganas de que me admitan en el de las 10:00 o 10:30, pero en ese grupo deben estar personas del estilo de Paris Hilton, sin mayores preocupaciones que dedicarse a tener billete, entonces veo complicado el ingreso.
Vida catresetentadoblequintuplehp, ¿Por qué me desperté?, me pregunto, y caigo en cuenta al instante: un dolor martilla el costado izquierdo de mi cabeza.
Acomodo las almohadas y cierro los ojos. Intento relajarme a ver si de pronto se esfuma. Lo hago por un par de minutos, pero no pasa nada.
Entonces imagino que soy un monje Zen, Shaolin, Capuchino, monje al fin y al cabo, y tomo consciencia de mi respiración, de como entra el aire frío y luego sale caliente.
Intento entrar en un estado profundo de meditación, pero tampoco pasa nada. El dolor de cabeza sigue ahí, como si nada e incluso es más intenso.
Como ninguno de mis métodos de relajación funciona, me pongo de pie derrotado, me zampo una pastilla y mojo un pañuelo para ponérmelo en la frente. Me gustaría ser como una amiga que no consume medicamentos, porque dice que el cuerpo es capaz de aliviar el dolor por sí solo, a punta de concentración, meditación o quién sabe qué. Yo no soy tan valiente y si debo tomar una pastilla para tratar alguna dolencia bienvenida sea con los efectos secundarios que traiga.
Prendo el televisor, pero la luz me molesta y lo apago de inmediato. Cierro los ojos de nuevo y al final la relajación surte efecto. El dolor comienza a esfumarse al tiempo que me voy quedando dormido.