Hoy me pasa lo mismo: me siento a escribir tarde. Disculpen ustedes que me repita.
Hay días, como este, que se van por entre un tubo. Parece que solo estuvieran conformados por un par de horas, en vez de las 24 reglamentarias. Cuando hablo de que me pasa lo mismo, también me refiero a que no tengo ni idea sobre qué escribir. Por otro lado, también tengo ganas de leer antes de que este día, de solo un par de horas, se acabe.
Hace un rato tenía la puerta del cuarto abierta y se escuchaban ruidos en la cocina. Las casas crujen mucho por la noche. Creo que lo sonidos provienen del congelador de la nevera, o puede que no sea así porque a veces los sonidos son como si alguien se diera un trancazo contra un mueble.
Puede ser que en este momento un alma en pena o un fantasma (¿son lo mismo?) o quién sabe qué, se esté paseando por la sala, esperando a ver qué incauto se atreve a investigar de donde proviene los sonidos. Se jodieron porque no voy a ser yo. Por eso me caso con la idea del congelador. A veces es bueno autoconvencerse de cosas para no sufrir. De cierta forma es mentirse, pero las mentiras también hacen parte de la vida, ¿acaso no?
Ahora un perro ladra. Créanme, es verdad. Podría ser una salida barata para escribir otro puñado de palabras, pero uno de esos animales no se cansa de hacerlo. Dicen que los perros presienten cosas paranormales, entonces puede ser que el animal le este ladrando al alma en pena que hace un rato estaba en la casa.
Sea como sea, no tengo ganas de ir a averiguar si es así. El cuarto como trinchera.
Los mantendré informados.