Hablo de escribir.
Lo digo porque estoy que me caigo del sueño y mañana debo madrugar. Dado ese escenario debería tumbarme en la cama y mandar al cuerno la escritura, pero no sé. Siento que algo me llama a hacerlo, o simplemente es una mentira romanticona que me estoy creyendo y por eso sigo aquí, mientras mis ojos se me cierran del cansancio.
¿Qué sentido tiene sentarme a escribir cinco días a la semana en este espacio? No lo sé. Bien lo dijo Marguerite Duras en Escribir: Un escritor es una contradicción y también un sinsentido. Luego concluye: Nunca descubriré por qué se escribe ni cómo no se escribe. Yo le agregaría algo más: Nunca descubriré para qué se escribe. Algunos podrán decir, pues se escribe para publicar libros, ¿acaso no?
George Saunders, el escritor especializado en cuentos, habló en su Newsletter de hoy sobre el éxito y dijo que hay una escala de escritores que se mueven entre dos extremos. uno de esos extremos es: Realmente no me importa publicar y estoy totalmente interesado en la experiencia de escribir. el otro es: haré cualquier cosa para publicar, de lo contrario, ¿A quién le importa?
No sé. No podría listar bien las ventajas de escribir.
Quizá todo se resumen en algo que también cuenta Duras sobre Raymond Queneau. El escritor y poeta afirmaba lo siguiente, sin darle vueltas al asunto de la escritura o tratar de entenderlo: · “Escribe, no hagas nada más”.
jueves, 27 de junio de 2024
miércoles, 26 de junio de 2024
Comer helado
Sábado medio día.
Estoy con mi hermana en un local de crepes y como un cono de helado que acompañó con un tinto. En la mesa que está a mi derecha se encuentran tres personas: 2 mujeres y un hombre. Dan la impresión de ser compañeros de trabajo, que acaban de terminar su turno ese día.
Hablan de cualquier tema, y en un momento comienzan a hablar de sus sabores de helado; bueno solo el hombre y una mujer, porque la otra pidió una bebida que se llama Frozen Capuchino. Pasado unos cuántos minutos la mujer que pidió helado abandona el lugar, los otros dos la despiden y se quedan para terminar de comer lo que pidieron.
La mujer, de pelo negro crespo y ojos oscuros, ríe de forma exagerada a cada comentario del hombre.”Entonces tu chico te viene a recoger ahorita?”, le pregunta. “No, hoy no viene porque tuvo que salir de viaje”. “Ahhh, veo”, concluye el hombre.
“ ¿Quieres probar mi Frozen Capuchino?”, le pregunta la mujer, “ “¿Y cómo lo pruebo?”, pregunta el hombre, así que la mujer le pasa el vaso para que le de una cucharada.
“Me gusta mucho el sabor a café intenso y la mezcla con la crema chantilly”, dice ella, a lo que él responde: “Si, creo que de los frozen capuccino, este es el mejor, el de Starbucks es puro hielo”.
Ella vuelve a reír con el comentario y se echa el pelo para atrás. Su conversación alcanza un silencio incómodo y él hombre aprovecha para posar su mano sobre la de ella y la comienza a acariciar. En ese momento la mujer y yo fijamos nuestras miradas, y parece que me pregunta mentalmente: ¿Qué tanto mira? Lo más probable es que tenga razón, debería estar concentrado en darle lengüetazos a mi cono y alternarlo con sorbos del tinto que, seguro, ya se enfrió.
Estoy con mi hermana en un local de crepes y como un cono de helado que acompañó con un tinto. En la mesa que está a mi derecha se encuentran tres personas: 2 mujeres y un hombre. Dan la impresión de ser compañeros de trabajo, que acaban de terminar su turno ese día.
Hablan de cualquier tema, y en un momento comienzan a hablar de sus sabores de helado; bueno solo el hombre y una mujer, porque la otra pidió una bebida que se llama Frozen Capuchino. Pasado unos cuántos minutos la mujer que pidió helado abandona el lugar, los otros dos la despiden y se quedan para terminar de comer lo que pidieron.
La mujer, de pelo negro crespo y ojos oscuros, ríe de forma exagerada a cada comentario del hombre.”Entonces tu chico te viene a recoger ahorita?”, le pregunta. “No, hoy no viene porque tuvo que salir de viaje”. “Ahhh, veo”, concluye el hombre.
“ ¿Quieres probar mi Frozen Capuchino?”, le pregunta la mujer, “ “¿Y cómo lo pruebo?”, pregunta el hombre, así que la mujer le pasa el vaso para que le de una cucharada.
“Me gusta mucho el sabor a café intenso y la mezcla con la crema chantilly”, dice ella, a lo que él responde: “Si, creo que de los frozen capuccino, este es el mejor, el de Starbucks es puro hielo”.
Ella vuelve a reír con el comentario y se echa el pelo para atrás. Su conversación alcanza un silencio incómodo y él hombre aprovecha para posar su mano sobre la de ella y la comienza a acariciar. En ese momento la mujer y yo fijamos nuestras miradas, y parece que me pregunta mentalmente: ¿Qué tanto mira? Lo más probable es que tenga razón, debería estar concentrado en darle lengüetazos a mi cono y alternarlo con sorbos del tinto que, seguro, ya se enfrió.
martes, 25 de junio de 2024
La mejor hora para escribir
Hoy en la mañana abrí un archivo para escribir algo en este espacio pero en eso quedó mi acción, pues de inmediato me ocupé con otra tarea. En ese momento pensé: De pronto escribir en la mañana es mejor que hacerlo al caer la tarde. Quizá la cabeza está más fresca a esas horas y las ideas fluyen con mayor facilidad.
El caso es que me ocupe con otro texto de un trabajo que tenía una sección repetida. Es un archivo en drive al que dos personas le metemos mano y una tercera lo comenta, pero no sé en qué berraco momento se repitió información, aunque estoy seguro de que no fue mi error. El caso es que duré un buen tiempo mirando cuál era el texto repetido y qué diferencias tenían ambas secciones para no borrar nada importante. Esa tarea esfumó mis intenciones de escribir algo para Almojábana con Tinto, así que vuelvo a la carga, ya algo cansado, a las 8:05 p.m.
De ahí la pregunta ¿Cuál es la mejor hora para escribir? De pronto no hay que ponerle tanto misterio al asunto y escribir cuando se pueda o cuando se tengan las ganas suficientes. Millás, mi escritor favorito, considera a la escritura como un oficio artesanal, similar al trabajo de un electricista o un fontanero, pues piensa que la escritura debe funcionar como las cosas.
A este tema se le enreda otra pregunta: ¿Sobre qué escribir?, y pues ahí coincido con Millás en que hay mucho poder en lo cotidiano y que siempre será una fuente de inspiración. Para el escritor español lo cotidiano está lleno de misterio y afirma que un viaje en transporte público puede ser más interesante que uno al África.
Parece entonces que todo se trata de escribir lo que sea a la hora que sea sin echarle tanta tiza al asunto.
El caso es que me ocupe con otro texto de un trabajo que tenía una sección repetida. Es un archivo en drive al que dos personas le metemos mano y una tercera lo comenta, pero no sé en qué berraco momento se repitió información, aunque estoy seguro de que no fue mi error. El caso es que duré un buen tiempo mirando cuál era el texto repetido y qué diferencias tenían ambas secciones para no borrar nada importante. Esa tarea esfumó mis intenciones de escribir algo para Almojábana con Tinto, así que vuelvo a la carga, ya algo cansado, a las 8:05 p.m.
De ahí la pregunta ¿Cuál es la mejor hora para escribir? De pronto no hay que ponerle tanto misterio al asunto y escribir cuando se pueda o cuando se tengan las ganas suficientes. Millás, mi escritor favorito, considera a la escritura como un oficio artesanal, similar al trabajo de un electricista o un fontanero, pues piensa que la escritura debe funcionar como las cosas.
A este tema se le enreda otra pregunta: ¿Sobre qué escribir?, y pues ahí coincido con Millás en que hay mucho poder en lo cotidiano y que siempre será una fuente de inspiración. Para el escritor español lo cotidiano está lleno de misterio y afirma que un viaje en transporte público puede ser más interesante que uno al África.
Parece entonces que todo se trata de escribir lo que sea a la hora que sea sin echarle tanta tiza al asunto.
lunes, 24 de junio de 2024
Dormir en un ataúd
Una vez tuve una jefa super aficionada al Feng Shui. Para la contratación me pidió mi acta de nacimiento. cada loco con su tema, ¿acaso no?, imagino que quería ver si mi energía no iba a acabar con el clima laboral de la empresa o qué sé yo. Igual no había mucho, en fin.
Hablo de este tema porque hace poco me dio por reorganizar la posición de los muebles de mi cuarto. Antes tenía la cama contra una pared cerca a una ventana y el escritorio estaba acomodado contra otra. Debería esforzarme para que logren visualizar la posición de los muebles, pero tengo los pies helados y tengo atravesada en la mente la preparación de chocolate caliente, bien caliente, a ver si se me descongelan los pies.
El caso es que es una habitación en la que llevo poco tiempo y con la posición en la que estaban los muebles antes nunca me sentí a gusto, y ahora con la nueva me siento mejor. Es como si el espacio se hubiera agrandado, supongo que debe ser que apliqué algo de teoría de Feng Shui sin saberlo.
Internet dice que la posición de la cama es crucial para el flujo de energía positiva. Se dice que la cama debe estar en una posición de comando. Eso quiere decir una desde la que se pueda ver la puerta de la habitación, pero que no quede alineada directamente con la puerta. Así estaba mi cama antes, con mis pies apuntando de forma directa hacia la puerta, o en posición ataúd como normalmente se le conoce. Punto para el fengshui.
También se supone que la cabecera debe quedar contra una pared sólida, evitando que quede debajo de una ventana para evitar que la energía de apoyo, signifique lo que eso signifique, se disipe . Así está ahora y antes la tenía debajo de una ventana. Otro Punto para el Feng Shui.
Hablo de este tema porque hace poco me dio por reorganizar la posición de los muebles de mi cuarto. Antes tenía la cama contra una pared cerca a una ventana y el escritorio estaba acomodado contra otra. Debería esforzarme para que logren visualizar la posición de los muebles, pero tengo los pies helados y tengo atravesada en la mente la preparación de chocolate caliente, bien caliente, a ver si se me descongelan los pies.
El caso es que es una habitación en la que llevo poco tiempo y con la posición en la que estaban los muebles antes nunca me sentí a gusto, y ahora con la nueva me siento mejor. Es como si el espacio se hubiera agrandado, supongo que debe ser que apliqué algo de teoría de Feng Shui sin saberlo.
Internet dice que la posición de la cama es crucial para el flujo de energía positiva. Se dice que la cama debe estar en una posición de comando. Eso quiere decir una desde la que se pueda ver la puerta de la habitación, pero que no quede alineada directamente con la puerta. Así estaba mi cama antes, con mis pies apuntando de forma directa hacia la puerta, o en posición ataúd como normalmente se le conoce. Punto para el fengshui.
También se supone que la cabecera debe quedar contra una pared sólida, evitando que quede debajo de una ventana para evitar que la energía de apoyo, signifique lo que eso signifique, se disipe . Así está ahora y antes la tenía debajo de una ventana. Otro Punto para el Feng Shui.
lunes, 17 de junio de 2024
A juliette
Recuerdo la última vez que nos vimos Juliette. Fue en Les Deux Magots, ese café de la calle Saint-Germain des Prés que tanto te gustaba. Ese día me tradujiste el nombre: Los dos magos, tu sonrisa iluminaba tu cara. Hacía poco habías llegado a París y estabas descubriendo esa lengua. Estabas feliz porque por fin ibas a poder hablar el idioma de Claire, tu abuela materna.
Luego, a los pocos días de nuestro encuentro, comenzaron a llegar las noticias de un nuevo virus que se estaba expandiendo por la tierra, una especie de gripe que en algunas ocasiones empeoraba y causaba la muerte. “ ¿Será el fin del mundo?”, me preguntaste en una llamada telefónica y luego te echaste a reír. ¿Cómo iba a saber que esa llamada iba a ser tu último acto y que luego ibas a desaparecer como un mago?
Yo tenía que viajar a Kinderdijk a la siguiente semana, y acordamos que nuestro próximo encuentro iba a ser en un mes exacto. Dijiste que querías ir a conocer los molinos de viento de ese lugar y que celebraríamos con un picnic.
Luego el virus colapsó el mundo, los pulmones de las personas y olvidamos los planes que habíamos trazado ¿para qué pensar en el futuro si la vida podía acabar en cualquier momento?
Nuestras conversaciones cada vez eran más esporádicas, como gestos cordiales entre dos personas que alguna vez habían sido muy unidas, hasta que cortamos la comunicación por completo.
Fue extraño. No hubo ninguna pelea o altercado entre nosotros. A veces pienso que habría preferido eso, oírte decir que me odiabas y que soy un pobre hijo de puta en vez de ese silencio que inundó nuestras palabras.
La semana pasada volví a ese café y pedí lo de siempre: un capuchino con crema blanca y un Éclair de chocolate. Le dije a la mesera, en mi francés rudimentario, lo que tu siempre le decías: tráigame el que tenga más chocolate.
Ahí estuve por treinta minutos, tomando el capuchino a sorbos cortos, a la misma hora que solíamos encontrarnos. No sé para qué hice eso, si lo mejor es evitar los recuerdos que te hacen doler. Eso también me lo dijiste alguna vez.
¿Dónde estás? Quizá ese día me viste desde lejos y te ocultaste entre locales y turistas para no tener que hablar conmigo.
Luego, a los pocos días de nuestro encuentro, comenzaron a llegar las noticias de un nuevo virus que se estaba expandiendo por la tierra, una especie de gripe que en algunas ocasiones empeoraba y causaba la muerte. “ ¿Será el fin del mundo?”, me preguntaste en una llamada telefónica y luego te echaste a reír. ¿Cómo iba a saber que esa llamada iba a ser tu último acto y que luego ibas a desaparecer como un mago?
Yo tenía que viajar a Kinderdijk a la siguiente semana, y acordamos que nuestro próximo encuentro iba a ser en un mes exacto. Dijiste que querías ir a conocer los molinos de viento de ese lugar y que celebraríamos con un picnic.
Luego el virus colapsó el mundo, los pulmones de las personas y olvidamos los planes que habíamos trazado ¿para qué pensar en el futuro si la vida podía acabar en cualquier momento?
Nuestras conversaciones cada vez eran más esporádicas, como gestos cordiales entre dos personas que alguna vez habían sido muy unidas, hasta que cortamos la comunicación por completo.
Fue extraño. No hubo ninguna pelea o altercado entre nosotros. A veces pienso que habría preferido eso, oírte decir que me odiabas y que soy un pobre hijo de puta en vez de ese silencio que inundó nuestras palabras.
La semana pasada volví a ese café y pedí lo de siempre: un capuchino con crema blanca y un Éclair de chocolate. Le dije a la mesera, en mi francés rudimentario, lo que tu siempre le decías: tráigame el que tenga más chocolate.
Ahí estuve por treinta minutos, tomando el capuchino a sorbos cortos, a la misma hora que solíamos encontrarnos. No sé para qué hice eso, si lo mejor es evitar los recuerdos que te hacen doler. Eso también me lo dijiste alguna vez.
¿Dónde estás? Quizá ese día me viste desde lejos y te ocultaste entre locales y turistas para no tener que hablar conmigo.