Muchas veces meto servilletas, kleenex, paquetes desocupados de papas o galletas en los bolsillos de mis chaquetas. Sería una mejor conducta guardar billetes, para después tener la grata sensación que da encontrarse con uno de forma inesperada.
Los eruditos de la RAE, esos viejos de barbas blancas largas, pobladas y que llevan una túnica que arrastran por el piso cuando caminan –así me los imagino–, le dan la siguiente definición a la palabra vestigio: Ruina, señal o resto que queda de algo material o inmaterial.
Hablo de esto porque hace poco metí la mano en un bolsillo de una chaqueta que no me ponía hace rato y lo que encontré fue un tapabocas, ese pedazo de tela que, de cierta forma, se convirtió en otra prenda de vestir por un par de años.
Recuerdo que en la cuarentena una vez hablé con un amigo y me decía que si uno lo tocaba con las manos después de ponérselo ya no servía, y yo le respondí “Pues claro”, como dándole a entender que era obvio y que ya lo sabía, mientras pensaba: jodida vida, ninguno de los que me he puesto me han servido porque siempre los infecto con mis manos.
También se me viene a la mente las dos primeras semanas de pandemia en las que me dediqué a hacer nada, convencido, como dicen los mexicanos, de que ya no íbamos a valer madre. luego de ver esas escenas apocalípticas de Wuhan, cuando hombres con trajes de astronauta, sacaban cuerpos de apartamentos en capsulas herméticas.
Pero ya ven, ahí ya estamos de nuevo inmersos en esa "normalidad" que tanto añoramos hace tan solo un par de años.
Quién sabe hace cuanto tiempo llevaba metido en el bolsillo el vestigio de la pandemia del que les hablo, pues se había convertido en en toda una ruina. Al final lo volví a guardar en el mismo lugar, porque ¿cómo saber si no lo voy a necesitar en un futuro cercano? Ya esta claro que el curso de la vida se puede despiporrar en un parpadeo, en fin. Quizá lo mejor que podría hacer es enmarcarlo y colgarlo en alguna pared como símbolo de algo, iba a decir resistencia, pero suena muy cliché.