viernes, 6 de septiembre de 2024

Crónica de un desayuno

Dicen que el desayuno es la comida más importante del día, ¿no? No lo sé, no lo digo yo. Recuerdo que cuando era pequeño, cada día me metía un desayuno trancadísimo con huevos, cereal, chocolate y pan; me lo empacaba como si nada y me iba al colegio.

Años después, muchos años después, mis desayunos solo consistían en un café con un pedazo de pan o torta que, creo, no son los más adecuados. Desde hace unas semanas estoy tratando de cambiar mi rutina de desayuno y  volver a incluir un huevito en ella.

Hoy, cuando llegué a la cocina, me paré enfrente de la estufa y me pregunté: ¿qué quiero desayunar? Ese otro que me habita y que a veces entra en contacto conmigo respondió: hágase un huevo como el del otro día, ¿se acuerda?. Se refería a una preparación de días atrás con cebolla, espinaca y queso mozzarella. “Hombre, sabe qué sí, gracias”, le respondí y arranqué con una preparación en modo slow, es decir, me tomé mi tiempo para buscar la sartén y sacar los vegetales de la nevera. Mis movimientos eran como en cámara lenta.

Lo ideal hubiera sido picar cebolla larga, pero no encontré, así que opté por un pedazo de cebolla roja y la piqué lo más fino que pude junto con la espinaca. Aunque ustedes no lo crean, y como lo dijo Millás: ”todo en esta vida se puede hacer deprisa, todo menos un sofrito. Picar verduras requiere, si no eres experto, una concentración de tipo zen”.

Acto seguido corté un trozo de mantequilla  y lo eché al sartén junto con un chorrito de aceite. Estas operaciones, aunque no lo parezcan, deben realizarse con sumo cuidado, pues el trozo de mantequilla junto con el chorrito de aceite debe ser precisos, para que la preparación no quede grasosa.

No se le olvide el café, me susurró el buen hombre y tenía toda la razón, debía poner en marcha su preparación para tener todo listo al mismo tiempo. Medí un pocillo de agua, lo eché en una olleta y prendí un fogón. Luego aliste la prensa francesa y medí la porción de café para una taza de agua, otra actividad milimetrica, o si no se corre el riesgo de que el café quede muy oscuro o muy clarito.

Para ese momento la mantequilla estaba totalmente derretida, así que eché la cebolla y espinaca —finamente picadas, recuérdenlo— en la sartén. Su siseo terminó de despertarme si es que mi cuerpo todavía tenía rastros de sueño.

La preparación del desayuno parecía marchar en orden, así que decidí agregarle otro condimento al momento: algo de música. “Alexa, pon Red Mosquito de Pearl Jam”. “No encontré ninguna canción con el hombre”....Alexa tarada. Tomé aire y repetí la instrucción sin preocuparme en lo más mínimo en la pronunciación “Alexa, por red mos-qui-to-u de Pearl Jam”. La canción comenzó a sonar y yo a cantarla mientras sofreía la cebolla y espinaca.

El sonido del agua hirviendo me trajo de vuelta al momento, así que tomé la olleta y vertí el agua en la prensa francesa. Dicen, quizá los mismos que mencionan que el desayuno es la comida más importante del día, que ese es el mejor método de preparación de café. Además dicen otros, que luego de echar el café al agua se debe dejar reposar por unos minutos.

Luego de que sonara Red Mosquito Alexa había decidido poner lo que le diera la gana, así que con voz de mando le dije: “Alexa pon una lista de canciones de Pearl Jam”...Aquí tienes la lista…

Mientras el café reposaba, comenzó a sonar Alive. Volví a la preparación del huevo y caí en cuenta de que había olvidado echarle la loncha de queso. La desmenucé en un parpadeo y se la eché a la preparación. Luego rompí el huevo y lo mezclé con mi sofrito, sencillo pero sincero, y lo batí hasta que quedara seco.

Apagué el fogón y, suponiendo que ya habían pasado los minutos necesarios, bajé la prensa francesa. Luego medí el chorrito de leche en el mismo pocillo en el que había medido el agua. De nuevo esta es otra actividad que debe ser precisa, pues caso contrario, el café quedaría muy clarito, y sépase bien que al desayuno se debe tomar café con leche y no tetero.

Mientras tanto sonaba Given to fly.

Ya estaba todo listo. Solo me faltaba agregarle una harina al asunto. ¿Se acuerda de los croissants que compró en el Ara? De nuevo el personaje estaba en lo correcto. Los había comprado al inicio de semana y los había olvidado. Saqué uno y lo calenté por 13 segundos en el microondas, luego calenté la leche durante 30 y le eché el café.

Me senté a la mesa y, como si fuera flash, me paré a sacar la mermelada de fresa de la nevera. Ahora si podía comenzar a desayunar.

Cuando me llevé el primer trozo de huevo a la boca, sonaba Corduroy, una de mis canciones favoritas del Vitalogy.

“I don't want to hear from those who know
They can buy but can't put on my clothes.”