Gabriela publica muchas fotos en sus redes sociales. Publica tantas que cualquier persona se puede hacer una idea de cómo es su día a día y cuales son sus rutinas: a qué hora se levanta, si medita o hace ejercicio, qué desayuna, almuerza y come, y que toma de medias nueves. Gabriela es, como muchos de nosotros, una presa más de las redes sociales.
Hace poco publicó, podría pensarse, el epítome de sus fotos: el momento en que le propusieron matrimonio.
En una de las fotos, porque no puede ser solo una, sino un carrusel, muestra una sonrisa digna de diseño de sonrisa. En una de sus manos, la derecha, y con las uñas pintadas de morado, luce en el dedo anular el anillo de compromiso que le acaban de entregar. Es bonita Gabriela, se le ve feliz.
"Tómame una foto con el anillo". Tal vez eso fue lo que le dijo a su novio.
En otra foto sale él entregando el anillo. Sonríe, pero se le nota incómodo. "Te voy a tomar una foto como si me estuvieras entregando el anillo". También podría pensarse que eso fue lo que le dijo ella.
¿Se aman? Eso es lo de menos. Ojalá, y como reza el dicho, permanezcan juntos hasta que la muerte, o una infidelidad, los separe.
Me aventuro a pensar que las fotos fueron tomadas, luego de la propuesta de matrimonio. Que pasada la emoción del momento, Gabriela decidió qué fotos tomar y en qué poses. Caso contrario Gabriela andaría con el celular siempre a la mano y tomaría, como mínimo, una foto de cada minuto de su existencia.