La de ayer me gustó porque antes de entrar en la meditación, es decir, antes de comenzar a respirar profundamente, fijar la atención en las áreas del cuerpo y esas cosas, la voz de una mujer hablaba sobre la importancia de que nada debe importar.
Decía que siempre van a existir contratiempos (esa no era la palabra que utilizaba, sino una más precisa que ahora no recuerdo) en la vida de cualquier persona, y que una de las claves para no complicarse la existencia es aceptar la realidad tal cual como venga.
Eso me hizo acordar de algo que dice Robert McKee en Story, uno de sus libros, pero acabo de buscar la cita con la palabras Pain y suffering y no la encontré. Como sea, o lo poco que recuerdo, Mckee decía que a cada ser vivo le toca una porción de sufrimiento y que no hay forma de escapar de él, y que lo único que nos queda a la mano es buscar maneras para manejarlo.
Una de los métodos para que ese dolor no se transforme en estrés y angustia, consiste en practicar el el fino arte de que nada importe, también conocido como importaculismo o valehuevismo. Dejar que la realidad se le estampe a uno en toda la cara, pero no prestarle mayor atención de la que merece.
Bien lo dice la letra de Drive de Incubus:
Whatever tomorrow brings, I'll be there
With open arms and open eyes.
De eso, parece, se trata la vida: andar con los ojos y los brazos bien abiertos, para abrazar una realidad que, bien sabemos, a veces supera a la ficción.