Hoy me devolvía para la casa y pase por un parque donde hay una de esas estructuras para que los niños jueguen, con rodadero, una casita de madera y dos columpios. En estos últimos, dos hermanas monitas se encontraban balanceándose. La mayor ocupaba el del lado derecho y ya estaba alcanzando una gran altura con su movimiento pendular, mientras que la menor, la cual escasamente alcanzaba a rozar con los pies el piso, se mecia apaciblemente en el suyo.
Cuando la mayor pasaba al lado de la pequeña le decia que mirara como ella podía llegar más alto y como, por decirlo de alguna manera, sabía utilizar mejor el columpio. Miré la cara de la pequeña, la cual se encontraba concentrada y mordiéndose el labio, tratando de imitar a su hermana mayor, tal vez cansada de la burla de esta.
El punto es que desde pequeños nos quieren enseñar que en esta vida solo debemos ganar. Que es imperativo apabullar a quien tengamos enfrente, independiente de cual sea el contexto; porque ganar supone éxito, concepto que a la larga es igual de subjetivo a la felicidad. Ya de adultos, como tenemos tatuado en la mente que solo debemos ganar, apenas nos enfrentamos ante una derrota, se nos viene el mundo encima, porque en nuestro imaginario personal y colectivo, aun seguimos creyendo que fracasar está mal.
Por querer "ganar" y aparentar en el mundo de los negocios, la empresa Enron llevó una contabilidad doble, llegando a exagerar sus ganancias por más de 500 millones de dolares. Una vez descubierto el desfalco, la caída de la compañía no duró nada, llevándose consigo otras gigsntes como la consultora Arthur Andersen.
Lo que le deberían enseñarle más bien a uno desde chiquito, es a gozarse cualquier momento sin importar si se está arriba o abajo y sin tener que estar todo el día comparándose con el otro; también que entre más alto este uno en un columpio mas fuerte será el golpe si nos llegamos a caer.
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