jueves, 3 de julio de 2014

Reglas / Derechos


Me encontraba inmerso en aquel agradable ritual de leer y tomarme un café en un Juan Valdez que queda cerca a mi casa. El capuccino que me estaba tomando era de otro establecimiento que vende un café de mucho mejor sabor, calidad y  precio que el de Juan Valdez, en el cual únicamente compré una galleta (El capuccino mediano de este lugar solo es 200 pesos más caro que el capuccino pequeño de Juan Valdez, Me imagino que algún día escribiré sobre esto).

De repente en la mesa de al lado se sienta una pareja de esposos. Cada uno teclea frenéticamente su smart phone, y no musitan palabra alguna durante un largo rato; la imagen me hace pensar que un matrimonio es algo completamente aburridor. Comenzaron a hablar de proyectos y dinero como si Donald Trumph, Bill Gates, o el ya fallecido Steve Jobs fueran unos muertos de hambre al lado de ellos. La verdad, no sé precisamente por qué, desconfío de ese tipo de "personas-proyectos".

Captaron mi atención porque la señora decidió encender un cigarrillo y el olor, realmente fastidioso para un no fumador como yo, llegó a mi nariz. La miré mal (como si eso sirviera de algo para expresar inconformidad) mientras observaba la cara de placer de la mujer al succionar el cigarillo como si fuera una formula para encontrar la felicidad. Chupaba como si el mundo se fuera a acabar. Ella, seguramente por no tener el campo visual de un caballo, no se percató de mi incomodidad, y la verdad, de haberlo hecho, creo que le habría resbalado por completo.

Un señor de unos 50 años de edad que estaba cerca, canoso, de pelo largo y con cola de caballo, y una cartera cruzada al hombro; después de ver que la señora encendió el cigarrillo, se acercó a la mesa de ellos y les hablo sonriendo, en un  español con acento de algún país europeo: "Señora este es un espacio libre de humo”.  (Ronda de Aplausos 1 para ese señor).


La señora refutó lo que le dijo, argumentando que ella muchas veces habia visto personas fumando ahí y que como era un espacio al aire libre podía hacerlo.  En ese momento no me aguanté más y metí la cucharada en la conversación: "no señora, no es un espacio al aire libre,  porque si usted mira hacia arriba, su mirada no se encuentra con el cielo sino con un techo".

La mujer no me determinó y  miró despectivamente al extranjero , para  continuar fumando como si nada.  El esposo, en dicho instante , conversaba gritaba por el celular.   El señor que estaba haciendo valer sus derechos como ciudadano, algo que muy pocos hacemos, se apartó y no siguió insistiendo.  

Al rato  llegó con uno de los empleados del Juan Valdez, quien también le dijo a la señora que ahí no se podía fumar (Ronda de aplausos 2 para el señor por el refuerzo adquirido).  La 3 veces miserable mujer les respondió: "bueno, déjenme terminarlo que me falta poco". Le dió un par de caladas más y lo apagó.  Victoria del extranjero contra la grosera fumadora empedernida. (Euforia y ovación de pie para el señor)

Después de este episodio, el señor nuevamente se les acercó a la mesa y les preguntó " ¿Me permiten unas palabras? El esposo, quien ya había acabado su llamada,  lo miró con rabia y de forma grosera le respondió "No le permitimos nada".  El hombre junto la manos como un monje tibetano, hizo una pequeña reverencia, les dijo algo sobre el respeto, y finalmente dio media vuelta y se fue.

 ¿Como vamos a lograr la paz si nos saltamos las reglas cada vez que podemos y peor aun, atropellamos los derechos del otro como si nada?

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