En el Colegio me dictó clase Pabón, un personaje muy particular, que siempre andaba de saco de rombos y tenía cierto parecido con el personaje de Condorito "Garganta de Lata". Una de las cosas que más recuerdo era como, cuando el salón estaba en un completo desorden, alzaba su voz para decir: "¡AGHHH! dejen la Rochela"; palabra interesante esta última y sinónimo de bullicio o algazara que a su vez significa, según los eruditos de la RAE, "Ruido de muchas voces juntas, que por lo común nace de alegría", y es verdad porque ¿Quién no se alegra haciendo desorden?
También recuerdo, que alguna vez nos dijo, que si el ojo humano pudiera percibir la cantidad de microorganismos que están a nuestro alrededor, inmediatamente trataríamos de encerrarnos dentro de una capsula, para buscar algo de resguardo, es decir, para aislarnos de los millones de bacterías que transmiten enfermedades.
El punto es que al día de hoy continuamos sin ver las bacterias, pero nos comportamos como si nosotros mismos las fueramos. Hoy, leyendo un artículo sobre el virus del Ébola, este decía que lo primero que pensamos es que se debe aislar a los Africanos. Dejarlos allá con "su virus", y que se pudran si ha de ser necesario. ¿Por qué pensamos, en la mayoría de ocasiones, en desentendernos de un problema en vez de ayudar?.
Entonces lo que decía Pabón de cierta forma se cumple; tratamos a toda costa de encapsularnos, de encerrarnos dentro de nosotros mismos, hasta el punto que solo importa nuestro bienestar; hasta allá nos ha llevado el máldito ego.
Deberíamos, más bien, darnos cuenta que en realidad si somos unos microorganismos. Un mísero punto, que digo, ni siquiera llegamos a ser uno completo, en toda la existencia de la raza humana, y que nos deberíamos preocupar solo en buscar tranquilidad y dejar de ser miserables con el resto de las personas.
Mientras tanto el Ébola continúa mutando y evolucionando sin que lo podamos ver. Tal vez quiera enseñarnos algo.
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