domingo, 25 de enero de 2015

Dos películas

Cuando veo televisión, le doy como máximo 30 segundos al programa que sintonizo para que me interese, si no es así, repito el ejercicio y cambio de canal hasta que encuentre algo que me llame la atención, o si no, apago el televisor para ponerme  hacer cualquier otra cosa.

Este fin de semana, de forma extraña, dos películas captaron toda mi atención apenas me levanté.  La del sábado fue una de un corredor de bolsa, que entraba a una firma en la cual realizaban operaciones ilegales para obtener mayor comisión y volverse millonarios rápidamente.   El hombre, recien egresado de la universidad, se daba cuenta del fraude y tenía un conflicto personal gigante pues le gustaba lo que hacía y ganar mucha plata, pero sabía que lo lograba engañando a sus clientes, para que inviertieran en empresas que no existían.  El tipo se enrolla con la secretaría de la firma, quien trabaja de la mano con la policía para hacer caer a toda la empresa.

La que me vi hoy, trataba sobre un joven, que lo metían preso, y el papá se encontraba también en la misma prisión y era uno de los presos con más prestigio.  El hijo era una lacra completa y se la pasaba peleando con los presos y guardias de la prisión.  Al final el tipo, lo único que quería era que su padre, al igual que el hombre de la primera película, le demostrara algo de afecto.

Lo raro fue que me puse a ver las películas después de que  habían comenzado.  Creo yo que lo que me capto mi atención, fue que en ambas las sintonicé justo cuando estaban recreando un aspecto importante del conflicto de la trama. Definitivamente sin conflicto no hay historia y por ende tampoco vida.

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