Hoy se casa un amigo. Me gustaría, en lo que queda del año, no asistir a más matrimonios y/o baby showers, pues son eventos que descuadran mis finanzas personales.
El jueves pasado me encontré con otro amigo, y al son de un par de cervezas, papitas chips y alitas de pollo, surgió el matrimonio como tema de conversación, el cual casi siempre aparece cuando uno comienza a preguntar por amigos en común o conocidos.
Mi amigo me contó sobre dos amigas que hasta el momento no han tenido una experiencia plenamente placentera con sus matrimonios. Una casi se separa al primer año de haberse casado, pues creía que, laboralmente hablando, su esposo no estaba a la altura de ella y la otra está desesperada, pues siente que se caso con un ente al que solo le interesa su teléfono celular, jugar y ver fútbol.
Mi amigo aseguró que lo más jodido del matrimonio es la convivencia. Tener que aguantarse la forma de ser del otro y sus diferentes manías, por más que uno asegure estar enamorado de la otra persona, nunca será fácil.
Finalmente llegamos a la conclusión que, como los casos que mencioné anteriormente, existirán muchas parejas que se muestran como las más felices y unidas, pero dentro de sus hogares viven un infierno personal; todo porque tenemos metido en la cabeza que está mal que un matrimonio fracase.
Yo A veces pienso que no me voy a casar, pero otras veces me llama la atención la idea. Igual, nunca sabemos con que carajos nos va a sorprender la vida en el segundo que viene, y ponerse a pensar sobre el futuro, solo produce ansiedad.
A mi amigo, el que se casa hoy, le deseo muchos éxitos en su matrimonio, y que nunca vaya a actuar de acuerdo a ese extraño imaginario que tiene la sociedad sobre la felicidad y las relaciones sentimentales, sino de acuerdo a lo que le dicte su propio tumbao' emocional.
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