lunes, 31 de agosto de 2015

Rabón

Rabón, o el término "estar rabón" siempre me ha gustado.  "Estar rabón", me parece, tiene una connotación más visceral que estar emputado y de lejos significa mucho más que el apacible "estar de malgenio". 

Recuerdo que en una ocasión en la universidad cuando iba a coger el bus, estaba rabón.  No  tengo ni la más remota idea por qué.  Iba caminando en dirección contraria al sentido de la vía, como acostumbro a hacer cuando voy a coger un bus, pues siempre procuro estar en  movimiento.  

Iba caminando, rabón,  a pocos minutos de que el cielo quedará completamente oscuro y todos mis pensamientos tenían que ver con eso que me había puesto rabón.  Iba mirando hacia el frente, y caminaba con una determinación absoluta. Me sentía como un tren que quería arrollar todo lo que se interpusiera en su camino.  En medio de mi caminar rabón, un hombre que de pronto se sentía igual que yo, se estrello con mi hombro. Segundos antes yo me di cuenta de que eso iba a pasar, pero no me preocupé en esquivarlo, pues un tren no hace eso.  Nuestros hombros se estrellaron fuertemente, y creo que trate de imprimirle algo de fuerza al mío al momento de hacer contacto,  ¿por qué? simple y llanamente porque estaba rabón.  

Apenas ocurrió eso, el hombre comenzó a alegar.  Yo me volteé lo miré imprimiendo  todo el odio e ira posible en mi cara y seguí de largo; un tren tampoco se detiene a entablar conversación con eso que arrolló. 

 El punto es que en este momento estoy rabón, no sé por qué, o de pronto si sé pero me quiero hacer el loco y no quiero sobre-analizar la situación.  Me puse a escribir precisamente por eso, y como siempre ocurre la escritura logró tranquilizarme.

Por más que queramos, no todo puede ser Coelho mode. Sentirnos o estar rabones siempre será una opción.

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