Exclusividad es lo que todos queremos en nuestras relaciones: corporativas, sentimentales, laborales, familiares o de cualquier tipo. Esperamos ser los más importantes y que una persona o entidad le imprima la misma energía que nosotros a la relación; aunque sabemos que nadie es indispensable y que tenemos remplazo al existir otros(as) que exigen menos, tienen más dinero, son más atractivos o simplemente tienen más suerte.
Nos duele no ser exclusivos porque le tememos al rechazo, un primo hermano del fracaso, esa terrible invención humana.
Alguna vez un niño que montaba patineta con un grupo de amigos dijo "Fall to learn, learn to fall".
Para poder aprender a caer debemos quitarnos esa coraza de dureza que solemos llevar puesta y apostarle a ser vulnerables, a actuar sabiendo que en cualquier momento alguien o algo puede exprimir nuestros sentimientos al hacernos caer en cuenta que no somos exclusivos. Esa sensación nos suele dar duro, porque en esas ocasiones el ego sale a la superficie a reclamarnos.
Alguna vez un niño que montaba patineta con un grupo de amigos dijo "Fall to learn, learn to fall".
Para poder aprender a caer debemos quitarnos esa coraza de dureza que solemos llevar puesta y apostarle a ser vulnerables, a actuar sabiendo que en cualquier momento alguien o algo puede exprimir nuestros sentimientos al hacernos caer en cuenta que no somos exclusivos. Esa sensación nos suele dar duro, porque en esas ocasiones el ego sale a la superficie a reclamarnos.
Si seguimos tratando de ser exclusivos, de ir a la fija, de incurrir en el menor error a causa de nuestras acciones, más duro nos dará la pérdida de exclusividad.
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