De las tres definiciones que la RAE le da a tracción, ninguna me convenció. Si me ponen a escoger una, me quedo con la que tiene relación con la física:
“Esfuerzo a que está sometido un cuerpo por la acción de dos fuerzas opuestas que tienden a alargarlo.”
Asocio la palabra tracción con movimiento y engranaje, con echar a andar algo. Ahora me doy cuenta que esa asociación de palabras aplica para otra de las definiciones:
“Sistema mecánico que aplica la potencia del motor a las ruedas del vehículo.”
No escogí esa porque tenía la ilusión de que la palabra tuviera un significado mucho más lírico, literario o poético; que me evocará algún recuerdo, en últimas que le diera de pleno a una emoción, y en eso creo que la imagen del cuerpo que se alarga por la acción de dos fuerzas opuestas lleva levemente la delantera.
Vivimos llenos de miedo porque nos machaca la cabeza el futuro que nunca llega. Por eso toda esa perorata (Que buena palabra esta, la voy a repetir mentalmente 10 veces, ya) de vivir en el presente, pues es uno de los pocos mecanismos con que contamos para hacerle frente al “tiempo que sitúa la acción, el proceso o el estado expresados por el verbo en un punto posterior al momento del habla” o lo que conocemos comúnmente como futuro.
El futuro es muy paradójico, pues no deberíamos pensar en él, pero si debemos esperarlo, y es ahí cuando entra en juego la tracción. Otro de los tantos problemas con el futuro es que no ocurre, como quisiéramos, inmediatamente, sino que se nutre de todo: el pasado, el presente, el más allá, el más acá, nuestros doppelganger, dimensiones paralelas, etc. es decir, podría definirse como: La tracción de infinitas variables.
En nuestra condición de humanos siempre vamos a pensar en el futuro. Los tiempos verbales nos definen, y resulta casi imposible cumplir con la consigna de únicamente ubicarnos en el presente.
“El verbo tenía una estructura fibrosa y un sabor concentrado.
Traté de imaginarme uno muy rudimentario, que no fuera
capaz de expresar aún el pasado ni el futuro: sólo el presente,
e hice cábalas sobre ese momento de la historia, o de la prehistoria,
en el que de súbito apareció el tiempo o los tiempos, y fue posible
mirar hacia adelante y hacia atrás, hacia ayer y mañana.”
- Juan José Millás, el orden alfabético –
Como resulta imposible que todos nos convirtamos en monjes Zen y el futuro siempre nos enredará la cabeza al intentar visualizarlo y/o quererlo de inmediato, debemos confiar en la tracción. Esta solo consiste en tener fe de que todos los eventos y situaciones de nuestras vidas, no son más que esas fuerzas que nos alargan, estiran, doblan, apachurran, etc. y que sirven para engrasar toda esa maquinaria que nos lleva hacia adelante o bien hacia el futuro.
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