Hay autores que no tienen que pierde, que nunca va a haber inconveniente alguno con meterse de cabeza en una de sus novelas, incluso si las seleccionamos al azar, a ojo o mera intuición. Dos escritores con los que me ocurre esto son Millás y Vargas Llosa.
En las últimas versiones de la feria del libro siempre he comprado novelas del autor peruano, del español también busco pero son difíciles de encontrar. El primero narra y teje tan bien cada una de sus historias que resulta imposible aburrirse al leerlas. Un británico alguna vez me contó que la mejor es "Conversación en la catedral".
Tengo la novela encima de un mueble en mi cuarto, aun cubierta por el plástico (quitarle la envoltura a un libro es y seguirá siendo uno de los pequeños placeres de la vida) y espero leerla en lo que queda de este año.
El día que la compré, antes de pagar agarré el libro y, como siempre, lo primero que hice fue darle la vuelta para leer la contraportada, Me encontré uno de los mejores mensajes promocionales de un autor:
"Si tuviera que salvar del fuego una sola de las novelas que he escrito, salvaría esta"
- Mario Vargas Llosa -
¿Por qué salvaría esa? ¿Qué la hace especial? ese conciso copy genera la intriga necesaria para querer leer la novela, sumado a otro par de comentarios que afirman lo mismo: es la mejor novela que ha escrito el peruano.
Que chévere sería tener así de claro que salvaría uno del fuego en un incendio. De pronto esa sería la mejor respuesta que podría dar una reina cuando le pregunten: " ¿Y usted que salvaría de un incendio en un museo: un perro o un cuadro?: "Un libro, y de ser posible Conversación en la catedral".
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