Forzar algo, un encuentro, una situación, una decisión, es una acción que nuevamente nos divide en dos bandos: aquellos que optan por ese camino de ejecutar algo, sin importar cual sea el panorama y esos que optan por la vía de que los acontecimientos continúen fluyendo en su cause natural, por más retorcido y peligroso que este parezca.
Hoy llamé a una amiga para que nos viéramos y no podía porque tenía clase por la tarde-noche. Me dijo que cuadraramos para la siguiente semana, yo le dije que la otra semana está muy lejos, que quien sabe que puede pasar de aquí a allá y que más bien hablabamos luego. Queda claro que hago parte del grupo que prefiere dejar fluir y no apurar nada.
El otro día, mientras me tomaba un café, un señor de la mesa de al lado le dijo a las personas con las que se encontraba: "Yo en mi vida, nunca he vuelto a forzar nada, las cosas que se fuerzan siempre van por mal camino".
De pronto generalizar y afirmar que todo lo que forzamos agarra un mal camino resulta exagerado, pero puedo decir que varios de los mejores planes que he tenido en mi vida, han salido de improvisto, sin forzarlos o programarlos, que viene a ser un sinónimo de forzar.
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