Cuando era pequeño solía pensar que un rasgo de la adultez, aparte de usar saco y corbata, era tener tarjetas de presentación. No tenía muy claro en que consistían o que información llevaban, pero a veces veía a los adultos intercambiarlas como si fueran monas de un álbum. Siempre me pregunté en que momento llegaría a tener ese objeto, al parecer, tan necesario en el día a día en el mundo de "los grandes".
Hace unos años en un trabajo me dieron 500 tarjetas. Para ese entonces ya había perdido por completo el interés en ellas y escasamente repartí unas 20 entre familiares y amigos. El resto quedaron olvidadas en un mueble de mi cuarto que bien podría llamarse "El mueble de los objetos innecesarios". Después cuando ya no trabajaba en ese lugar y en uno de esos de arrebatos de orden, las boté a la basura.
Hoy, en una cafetería, me encontré con una tarjeta de presentación de un tal Sr. Vega. Es muy funcional. Por un lado están todos sus datos y por el otro tiene un calendario.
Lo que más me llamo la atención de su tarjeta o calendario de presentación es la imagen de fondo: un grupo de 15 soldados, con sus metralletas, ubicados delante de un helicóptero, que también descansa sobre un pastizal. Al fondo se ven unas montañas y un cielo encapotado, a punto de liberar un aguacero infernal, que no alcanzo a imaginar, pues no creo que en el infierno llueva.
El señor Vega se dedica a prestamos por libranza. Ese es su título, y luego lo desmenuza: Prestamos por libranza, se compra o se presta sobre juntas médicas - cesantías, ahorros de vivienda militar y de policía - demandas administrativas por retiros, facultad discrecional, fallos disciplinarios, pensiones, discapacidad laboral, reparación directa por accidentes laborales o muerte, compra de cartera, prestamos por banco.
Ahora entiendo la imagen de su tarjeta-calendario. Imagino que mientras sacaba la billetera para pagar la cuenta (un tinto y un buñuelo), el Sr Vega botó algunas de sus tarjetas sin darse cuenta o, posiblemente, esa esa es su estrategia para darse a conocer, abandonar, aleatoria y deliberadamente tarjetas en diferentes partes de la ciudad, para que curiosos, como yo, las recojamos. ¿Cuántos clientes habrá conseguido de esa manera?
La voy a guardar uno nunca sabe en qué dirección lo va a llevar la vida. A futuro me puedo involucrar con las fuerzas militares y tal vez necesite ayuda con una facultad discrecional, que no sé que es pero suena a algo grave; en ese caso no me vendría mal la ayuda de un experto como el señor Vega.
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