Martes 10:30 de la mañana. Acaba de enviar una de las cartas por correo, Antes lo hacia cualquier día de la semana, pero de tantas que ha enviado y el seguimiento que les ha hecho, se ha dado cuenta que el correo funciona mejor ese día.
Ya tiene práctica. Al principio no sabia cómo redactarlas, sin que la carta quedara cursi, repleta de meloserías innecesarias; ahora las palabras vienen una tras otra como una avalancha; por eso centra sus esfuerzos en el proceso de edición, para evitar que no sean extensas y decir lo necesario con la menor cantidad de ellas.
Piensa que sus cartas son dardos afilados cargados de esa sustancia que algunos llaman e identifican tan fácilmente como "amor", y que se clavan en el corazón de quién las lee. Se atreve a creer que Todos necesitan de ese tipo de cartas.
Todo comenzó un día que vio a una pareja peleando en un parque . La mujer, que tenía pelo negro que hacía lindo un contraste con la bufando roja que llevaba puesta, parecía que iba a morir por la manera en que lloraba. Entre sollozos trataba de argumentar con el hombre, que tenía los brazos cruzados en una postura desafiante. Al rato este dio media vuelta y la dejo hablando, llorando más bien, sola, sentada sobre un anden.
Se las ingenió para averiguar los datos de esa mujer y un día escribió una carta con la dirección de un amigo soltero. A las pocas semanas su amigo se fue a vivir fuera de la ciudad, y no sabe si la mujer trató de contactarlo.
Tampoco quiso volver a saber sobre ella, ya se había entrometido lo suficiente y solo esperaba que su acción fuera la chispa de una reacción en cadena, sin importar si el resultado era negativo o positivo. Quería que pasara algo, cambiar el estado de los eventos de alguna manera.
Hoy disparó su carta de amor número 73, y aun no sabe si está desperdiciando sus palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Un comentario a $300 dos en $500