Desde hace unas semanas, había comenzado a adelgazarse. Lucía cansado, como si estuviera a punto de tirar la toalla de la vida. Y claro que tuvo consultas médicas, y claro que se hizo diferentes exámenes pero los resultados no mostraron nada extraño. De todas maneras sabía que algo no andaba bien y que estaba encarando la última curva de la vida.
Se había sacado la lotería de una enfermedad huérfana. Quizás dedicó algo de tiempo a martillarse la cabeza con "por qués" destructivos que únicamente sirven para edificar angustias.
Un día, no tuvo fuerzas para levantarse de la cama. La semana anterior había trabajado como si nada, pues no iba a permitir que su estado le hiciera zancadilla a su estilo de vida.
A partir de ese momento quiso compartir todo el tiempo posible con su familia. "No quiero un funeral; me aterra pensar que mis hijos tengan que cargar mi ataúd" le dijo a su familia. Quizá quería restarle importancia a la muerte y hacer que la situación fuera lo más llevadera posible.
Muchos de sus amigos, sin ningún motivo en particular fueron a visitarlo esa semana; decían que habían sentido necesidad de verlo. Él también había pedido que la música de Los Beatles, su grupo favorito, no dejara de sonar en la habitación en la que se encontraba.
Una tarde, a eso de las tres p.m, su esposa estaba atendiendo una visita en el estudió, cuando sintió que algo le oprimía el pecho y comenzó a llorar desconsolada. Murió justo en ese instante.
Al día siguiente, una mata que del jardín, que hace rato estaba apagada, volvió a florecer, al tiempo que varias mariposas blancas hicieron presencia.
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