Su día de trabajo transcurre lento pero si contratiempo alguno. En un momento de esparcimiento mental, aburrido de revisar un tema por más de 40 minutos, decide buscar algo en internet, pero entre el momento en que se le aparece la idea y lo que demora en abrir la nueva ventana del explorador, olvida por completo que era lo que quería buscar con tanta urgencia.
Se siente ligeramente tarado. "¿Como es posible que hace tan solo un momento sabía exactamente qué era lo que quería buscar y ahora su mente es un espacio en blanco?" se pregunta. Por más de que trata buscar en los rincones de su cabeza, no encuentra rastro alguno de la idea que tuvo, y acude a la frase de cajón para esas ocasiones: "Se me fue la paloma".
Cree que las ideas, todas, tienen algo de palomas, animal que le parece algo estúpido por su manera de caminar y la forma en que mueve la cabeza de atrás hacia adelante o violentamente hacia los lados, como sin tener ni las más mínima idea sobre el lugar en el que aterrizaron y mucho menos por qué llego a él; sumándole a esto lo entrometidas que son.
"Las ideas, como las palomas, aterrizan en nuestra cabeza y comienzan a picotear mentalmente nuestros pensamientos y/o existencia, y no nos dejan de molestar hasta que les prestamos algo de atención, o logramos ahuyentarlas con algo de voluntad", concluye.
Pero otras veces, fieles a su comportamiento errático, salen volando y quién sabe en que otra cabeza aterrizan. De esas palomas que se nos escapan, que posiblemente tildamos de estúpida, banal o innecesaria, resulta imposible saber cuantas encuentran nido en otro cerebro que le saca todo el provecho posible, pues toda idea, bien intencionada, es válida.
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