lunes, 18 de septiembre de 2017

1500 palabras

Esa es la cuota mínima. Escribo un párrafo y dos líneas de otro. Alcanzo 108 con el título. Las leo y releo un par de veces y están bien flojas. Me acuerdo del cover de Crossed eyed Mary de iron Maiden , y abro una ventana de Youtube para escucharlo. 

Con la canción como música de fondo, vuelvo y leo lo poco que he escrito para decidir si sigo por el camino que está tomando el texto o si mejor lo borro, me decido por la segunda opción y escribo un nuevo párrafo de 74 palabras, mucho más acertado y sincero.   

Mientras deslizo los dedos por encima del teclado rápidamente, manía que tengo cuando me quedo sin palabras para teclear, me acuerdo que el líquido de lentes que utilizo está a punto de acabarse. En los últimos días lo he preguntado en varias partes y no lo he encontrado. Llamo a otro sitio y la mujer que me responde, María, me dice que si lo tienen. “¡Bingo!” pienso. Le pregunto que si lo puedo pedir a domicilio y me dice que si. Después de darle todos mis datos, encargo 2 frascos, cuelgo y estoy de vuelta en el escrito, pero no se me ocurre como continuarlo. 

Me llaman del lugar, supongo,para confirmar el pedido, pero la mujer, una tal Marcela, me dice que no lo tienen y me pide que la disculpe. ¿Y ahora qué? Llamo al laboratorio que lo produce, les cuento que estoy buscando el producto como loco, le pregunto que si lo van a descontinuar o qué. Me dice que no. “¿Y en dónde lo puedo conseguir?, ¿ustedes lo venden?” responde que no, pero me da el teléfono de otro lugar. 

Llamo y quien me contesta me dice que si lo tienen. Le pido la dirección, le doy las gracias y cuelgo. Otra vez estoy de vuelta en el artículo que aún no es artículo. Guardo y cierro el documento, tal vez lo que me falta es salir a caminar un rato, ver gente, mirar si algún suceso hace que se dispare mi subconsciente y/o la asociación de ideas. Decido ir a comprar el líquido.

Cerca del lugar paso por una plazoleta en la que el año pasado dejamos dos botellas de cerveza con M., antes de que se fuera a vivir a Canadá, a medio comenzar. Ese día Ya habíamos tomado y esa última compra fue un capricho de borracho. Igual creo que, a diferencia de las cervezas, nuestra conversación no quedó inconclusa, aunque ¿quién sabe?, siempre habrá más cosas por decir.

Hoy, en ese lugar, todas las bancas estaban ocupadas. Vi, aparte de un montón de palomas que caminaban torpemente, a una mujer, seguramente una estudiante, concentrada en la lectura de unas fotocopias a pesar de la cacofonía urbana; una pareja de adolescentes agarrados de la mano; dos policías, con sus chalecos verdes fosforescentes tomando notas; un hombre de aspecto sospechoso con cachucha y una bolsita en las manos.

Después de dar vueltas un rato por fin encuentro el edificio que ya había pasado de largo apenas tomé la carrera 16. En la recepción hay fila y la hago para ver si el celador me tiene que dar una ficha de ingreso. Espero que no me toque, porque suelo olvidar documentos en las porterías. Cuando es mi turno saludo al hombre y le digo, como si le interesara lo que estoy a punto de hacer, que voy para el consultorio 718 sólo a comprar un líquido. “Siga” me dice señalando los ascensores. 

Cuando me bajo del ascensor elijo ir hacia la derecha y el primer número de consultorio que veo es el 703, así que me devuelvo; nunca le pego al sentido en el que queda el consultorio al que voy. Por fin en el lugar, pido tres frascos mientras me pregunto si serán los últimos que quedan sobre la faz de la tierra.

De vuelta a casa, paso otra vez por la plazoleta y no veo a ninguna de las personas que vi antes, no puedo decir lo mismo acerca de las palomas. Camino en sentido contrario al tráfico hasta que pasa el bus que me sirve. Cuando me subo un hombre le está hablando a los pasajeros, me quitó el audífono derecho para ver que dice y está contando un cuento al que llego tarde. 

 La escena trata sobre un perro que está en un cuarto con un bebe. El perro tiene la boca llena de sangre. Cuando el dueño llega y lo ve, mira la cuna del hijo y también tiene sangre, así que va por una pistola y mata al perro. Se supone que el bebe sigue durmiendo plácidamente después del estruendo, así lo contó: “El bebe no se despertó y sigue dormido”. El hombre se acerca a la cuna, esperando lo peor, destapa a su hijo pero ve que está intacto y se sorprende al encontrar una serpiente hecha pedazos muy cerca de la cabeza del niño.

El hombre nos da las gracias y dice: “No los molesto más”. Esculco mis bolsillos y le doy unas monedas. Por la ventana veo como una mujer de pelo crespo negro y largo le pone la mano a una buseta que pasa de largo. En ese momento suena “Get Ready”,  una canción que siempre me ubica en un buen mood: “I’m in the mood get ready, I’m in the mood come on now”. 

Me bajo un par de cuadras antes de donde pensaba bajarme, porque quiero caminar por una calle que me cae bien; pues si, creo que existen calles agradables y otras aburridoras. A punto de cruzar una carrera apenas bajo un pie del andén, veo por el rabillo del ojo que alguien viene en bicicleta, freno en seco, doy un paso atrás y volteo a ver quién es. Es una mujer de pelo negro largo que. en un segundo me sonríe, a mí, a mí decisión o a ambos, pues de no haberla tomado, seguro nos habríamos estrellado. Es bonita, pienso caminar en su dirección para verla mejor y,  pero en cinco pedalazos desaparece de mi vida para siempre. En ese momento el dios de la aleatoreidad hace que suene My Michelle , canción que me parece perfecta.

Cuando llego a la casa ya es tarde y tengo pereza de escribir el artículo. Parece que la salida, a pesar que despejo mi mente no funcionó para la generación de ideas , pero ¿cómo saberlo?. Estás fueron 1607 palabras, ¿de dónde voy a sacar las otras 1420 que me hacen falta?

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