La institución financiera con la que tengo una tarjeta de crédito que, como todas, pretende hacerse pasar como amiga de sus clientes y, como dijo una vez un gran amigo: “amigas las bolas y no se hablan”; hace unas semanas me envió una carta que tenía como encabezado la palabra Felicitaciones en letra roja en y entre signos de admiración.
En la carta me contaban que por ser uno de sus mejores clientes, y debido al excelente manejo que le he dado a la tarjeta y bla, bla, bla, quieren que siga disfrutando de los beneficios.
¿Cuáles beneficios? ¿Pagar cosas con dinero fantasma y endeudarse?, pero bueno, al parecer querían premiarme y por eso y, sin haberlo solicitado, me aumentaron automáticamente el cupo de la tarjeta porque se les dio la gana.
Justo después de ir al banco y decirles que no quiero que hagan eso deliberadamente nunca más, sólo porque si, porque soy buen cliente y se preocupan por mis beneficios y todo ese montón de pendejadas, me encuentro con el correo de otro banco.
En este me informan: “Cumple tus metas con el cupo preaprobado que ya tienes en tus manos”. Las miro pero no encuentro el cupo por ningún lado, ¿Qué aspecto tiene?, ¿acaso es una mancha? , ¿una arruga?, ¿una nueva línea, de esas que se supone definen mi destino, en la palma de mi mano?
Luego me saludan de forma escueta solo por mi nombre, lo que, supongo, quiere dar a entender que somos viejos amigos. Finalizan con tres líneas, en las que me dan las excelentes noticias:
“Ahora puedes comprar aquellas cosas que te hacían falta con tu
CrediÁgil preaprobado
Queremos contarte que tienes un cupo disponible por: $9’700.000”
¿Tienen conocimiento de metas que debo cumplir y desconozco? ¿Cuáles son exactamente esas cosas que me hacen falta y que puedo comprar con ese dinero?
Gracias, pero no.
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