Quiero escribir algo, no sé qué.
Todos los días nos pasa algo, algo sobre lo que podríamos escribir historias, novelas, sagas, tratados, cartas, disertaciones, poemas, versos, canciones, en fin, lo que imaginemos.
Algo suena a poco pero más bien es mucho. Por más simple que parezcan nuestros días, nos vemos envueltos en cientos de situaciones o eventos que podemos narrar y/o compartir.
Qué se yo, ahora, por ejemplo, mientras tecleo estás palabras, este algo, me llega el sonido, algarabía es también la palabra que me llega a la mente, de una celebración de un cumpleaños con un grupo vallenato. Predomina el sonido de la caja que un hombre macizo y de bigote aporrea con fuerza, sentado y sosteniéndola entre sus dos rodillas, mientras unas gruesas gotas de sudor le escurren por la frente. No le molestan, está feliz, disfruta la manera cómo se gana la vida de fiesta en fiesta, de trago en trago, de golpe en golpe. No se lo ha dicho a nadie, pero para cada celebración que lo contratan, se siente como el homenajeado.
¿Qué cómo sé que es un hombre, en qué posición está, cómo es su apariencia y que suda? Y, más aún, ¿qué es lo que piensa? Lo supongo, o, más bien, lo imagino, pues nuestra imaginación ocupa un papel importante en todos los algos que nos ocurren a diario.
Algo que me gusta mucho de los algos, perdonen la redundancia, es que carecen en principio, de carga moral o ética, no están bien o mal, ni son buenos o malos, son sólo algo y ya está; luego de cobrar fuerza o cierta permanencia, es que comenzamos a evaluarlos y así es como se transforman en líos y rollos mentales que nos complican la existencia, pero en su estado primitivo de algos son perfectos.
Al sonido de la fiesta de cumpleaños, ahora se le suma el de unos juegos pirotécnicos. Supongo que ambos eventos están aislados, que uno no tiene nada que ver con el otro, que son algos independientes, pero recuerdo el cumpleaños del esposo de una amiga, en el que hubo juegos pirotécnicos. A diferencia del de hoy, no había un grupo de vallenato, sino uno de rock. En esa ocasión la luz se fue por varias horas y los músicos, aburridos, sostenían sus instrumentos sin saber qué hacer.
Después de un breve descanso para recargar energías, el grupo vallenato comienza a tocar Cachucha Bacana:
“Jaime si Jaime si, Jaime si Alejo no…”
Gracias por leer este algo.
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