La mujer tiene pelo negro largo. Lleva puesta una chaqueta de Jean clara, una camisa blanca con rayas negras horizontales o negra con rayas blancas, ¿cómo saberlo?, y una falda larga, con arabescos que conforman rombos, que lame el piso.
Lee un libro. Me quedo mirándola por una rato, se da cuenta, sonríe, se levanta decidida y viene hacía mí. Estoy seguro que va a hablarme, quién sabe qué quiere, pero parece inofensiva. Me saluda, la saludo. Luego de eso, su rompe-hielo es: “cristo es mí redentor.”
No le respondo nada. Intento hacer la mejor cara de nada posible, que básicamente consiste en no expresar ninguna emoción, no sé si lo logro, a veces fallamos en nuestro lenguaje corporal cuando creemos tenerlo dominado.
Ante mi silencio la mujer continúa hablando. “Lo que pasa es que hoy en día el mundo está muy mal, hay mucho homosexualismo, lesbianismo”, en ese momento pienso que el primer término es suficiente para expresar lo que le molesta sobre el temá de género, pero sé que cualquier palabra que salga de mi boca puede ser utilizada como un salvavidas para mantener a flote la conversación, así que permanezco callado.
“Entonces lo que ocurre es que lo malo es considerado bueno y lo bueno es considerado malo, mientras que lo que deberíamos hacer es seguir los 10 mandamientos. Si tan sólo hiciéramos eso, sabríamos cómo es que es que dios quiere que actuemos”.
Quiero dejar de hablar con ella pues, más allá de que quiera darme cátedra religiosa, que crea tener la verdad absoluta; me aburre hablar de religión, muchos más cuando mi interlocutor es un desconocido.
Inclino mi cuerpo de cierta manera para hacerle entender que debo o quiero marcharme. Sonrió y le digo “Hasta luego, que esté bien”. “¿Va a leer la biblia?, me pregunta, “dígame que sí, ¿sí?”
“No sé”
“¿Por qué?”
“Hasta luego”
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